La niña que quiso ser enfermera

Érase una vez una niña que soñaba hacerse enfermera para cuidar a otros niños para que no enfermaran o para cuidarlos también cuando se pusieran malitos. Estudió mucho, fue muy responsable y cuando llegó a la universidad, tal y como predijo su tía Angelines, pudo escoger su carrera. Se matriculó en el primer curso de grado en Enfermería de la historia de la profesión. Descubrió la anatomía, la biofísica, la fisiología humana, los cuidados críticos, la ética y la bioética, los fundamentos de la enfermería, los diagnósticos de enfermería y otras tantas asignaturas a cual más fascinante. Fue seducida por el mundo de los pacientes en el hospital, en el centro de salud y en sus domicilios. Conoció historias de sufrimiento, de ansiedad y también de alegría. Contaba cada minuto que faltaba para volver al hospital o al centro de salud, deseaba saber cómo se había resuelto el caso de este paciente o aquel otro. Parecía que podría afrontar cualquier reto futuro, estaba deseosa de tomar las riendas de sus cuidados, los cuidados propios, los cuidados para los que se preparaba a conciencia.

Estaba convencida de que toda esa preparación le abriría puertas para trabajar en esos equipos multidisciplinares tan bien engrasados, casi perfectos, en los que había realizado las prácticas. Ahora le gustaba el trabajo que se hacía en el hospital, especialmente el que se hacía en la Unidad de Vigilancia Intensiva, dotada de un magnífico equipo de profesionales, sobradamente dimensionada en cuanto al número de enfermeras, aunque ellas pensaban que faltaba personal. En este servicio la dedicación al paciente era intensa, formidable y muy cualificada. Sin embargo, también le atraía mucho la autonomía que los profesionales tenían en Atención Primaria. Sentía que en este ámbito podría desarrollarse mucho mejor, tener más complicidad con el paciente. Por eso eligió hacerse enfermera especialista en Enfermería Familiar y Comunitaria (EFC). Era consciente de que, después de seis años, adquiriría una formación y una capacitación que le permitirían incorporarse a la vida laboral con plenas garantías.

Aprobó el examen de Enfermera Interna Residente (EIR) y pudo elegir sin problemas EFC. Entusiasmada con sus estudios no hizo caso a lo que ella pensaba que eran cotilleos de planta o de bar. Estudió lo que quiso y se olvidó de que su única salida laboral estaba condicionada a los contratos que las administraciones públicas ofertaban. Finalmente descubrió lo que era estar desempleada durante más tres años, cuestionándose si estudiar Enfermería había sido su mejor elección.

Fidel Rodríguez Rodríguez

Autor Fidel Rodríguez Rodríguez

Expresidente del Colegio de Enfermería de Ávila y analista de la profesión con una crítica sincera, desde la vertiente sanitaria y universitaria

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