Los profesionales de la enfermería disponen de cualificación más que suficiente para dispensar medicamentos o prescribirlos, como se le quiera llamar, en algunas circunstancias e indicaciones concretas. Así lo certifican su curriculum educativo y la propia praxis diaria, y así lo constatan organismos internacionales y nacionales entre los que figura el Ministerio de Sanidad. No sólo el de ahora. Los de antes, también, pues para que tales actos sean hoy posibles se produjo en el pasado un arduo, enconado e inexplicable debate que dio lugar a una autorización gubernamental y autonómica hoy ampliamente consensuada, contra la que no existen apenas voces díscolas.
He de decir, en honor a la verdad, que en sus orígenes yo estaba entre ellas, por entender sin información completa que la participación de la enfermería en la administración de los tratamientos podía suponer una injerencia en el rol del médico que éste no debía tolerar. Me equivoqué de cabo a rabo. Lo que ha permitido el Ministerio no es suplantar al facultativo en el acto de la sacrosanta prescripción. Lo que ha hecho es dar carta de legalidad a actos que se estaban produciendo fuera de ella, y que podían dar lugar a controversias jurídicas contra una profesión a la que el Sistema Nacional de Salud no está sabiendo sacarle todo el partido.
Las enfermeras ya prescribían de facto algunos tratamientos, sí, de la misma manera que decidían curas, administraban vacunas o aplicaban cuidados a los enfermos, sin que ello supusiera menoscabar la labor de los médicos ni fagocitar su territorio. ¿Qué hay de malo en que la enfermería intervenga en los tratamientos de deshabituación tabáquica, heridas, diabetes, hipertensión, ostomías o quemaduras? ¿Por qué no puede ahora participar también en procesos de infección de tracto urinario inferior no complicada en mujeres adultas, de la misma forma que lo hace en la dispensación de analgésicos? Los que piensan que sí lo es, se equivocan. La intervención enfermera libera de carga a los médicos sin restarles un ápice de autoridad y autonomía, y contribuye a descongestionar un sistema masificado en el que conviene introducir elementos de cambio antes de que perezca víctima de su inercia. Vaya por delante que comulgo plenamente con Semergen y su filosofía desde hace años. Frente a otras sociedades científicas ideologizadas, la organización de José Polo y Rafael Micó siempre ha luchado desde la independencia contra el poder establecido, en defensa de su profesión, sin andarse con medias tintas. Sin embargo, en esta ocasión no ha hilado fino. La nueva guía que ha aprobado el Ministerio de Sanidad no es un dardo dirigido a los médicos de familia o de otra especialidad. Es un soplo de aire fresco.
En un contexto en el que la sociedad envejece y los recursos son escasos, la enfermería es una aliada, no una enemiga.
Preguntas con respuesta
- ¿Qué CEO de una multinacional farmacéutica fue reprendido por un vigilante que no le conocía cuando pretendía trabajar en su oficina un día de fiesta?
- ¿Qué CEO relativamente nuevo de un laboratorio ha exigido a su equipo de comunicación que abandone su zona de confort y sea más proactivo?
- ¿Qué relevo en una organización sanitaria no ha sido tan dulce como se ha vendido?
- ¿Qué presidente de una organización crítica con los laboratorios buscaba financiación de los mismos cuando ocupaba un puesto de responsabilidad?
Autor Sergio Alonso
Fundador y director del suplemento A tu salud del diario LA RAZÓN