La atención a la dependencia continúa siendo el gran talón de Aquiles del modélico estado del bienestar español. Mientras el sistema sanitario resiste con cierta fuerza aún el empuje del envejecimiento gracias a sus sólidos cimientos, el modelo de asistencia a la tercera edad y a personas dependientes se tambalea a medida que se va edificando, y corre serio riesgo de derrumbarse antes incluso de que quede concluido. Para que no lo haga es claro que hacen falta, por este orden, más presupuestos, más dispositivos desde los que ofertar las prestaciones y, sobre todo, más profesionales, con especial referencia al personal de enfermería, sobre el que deberían pivotar el andamiaje y la propia estructura de todo el entramado de servicios. Porque querer poner en pie un sistema que ofrezca respuesta a la dependencia y no contar para ello con un auténtico ejército de enfermeras y enfermeros es como pretender poner a circular un coche de lujo con las ruedas de un utilitario o plantearse nadar en una piscina que apenas tiene agua. Las cifras actuales no invitan al optimismo y la coordinación entre este sistema y el sanitario brilla aún por su ausencia, lo que impide racionalizar los recursos y evitar duplicidades innecesarias que encima dilapidan recursos. Resulta que hoy en día, cada 15 minutos fallece una persona en España en espera de que se le conceda una prestación. En los seis primeros meses del año la lista de espera creció hasta alcanzar las 286.861 personas que aguardaban ser valoradas, conocer la resolución de su prestación o que ésta se hiciera efectiva.
El Observatorio Estatal para la Dependencia, de la Asociación de Directores y Gerentes de Servicios Sociales, ahonda en este maremágnum de negras estadísticas al resaltar que el tiempo medio de tramitación ha crecido hasta alcanzar casi ya el año (342 días), muy por encima de la normativa vigente, que fija el límite máximo de respuesta administrativa en 180 días. Las diferencias de espera son, además, siderales entre autonomías, incluso del mismo signo político, lo que indica que este no es un problema de izquierdas o derechas, sino de presupuesto y, por qué no decirlo, de voluntad política. El Observatorio reconoce que ha crecido la cifra de personas que han recibido atención, pero por el simple hecho de que dentro de ella se incluyen servicios “low cost” como la teleasistencia, un recurso apto pero no medular para aliviar los problemas de personas que no requieren hospitalización pero sí cuidados por vivir en soledad, sufrir patologías no invalidantes o ser simplemente frágiles. La enfermería es el epicentro sobre el que debe articularse toda la red de cuidados, pero esto no podrá hacerse si no se implementan medidas para hacer atractivo el ejercicio en España y, particularmente, en este sector. La avanzada edad de la población convierte este objetivo en una acción estratégica de España como país.
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