Allá por 1996, tuvo la suerte de adelantar en primicia la llegada a España de un disruptivo modelo de gestión sanitaria: el de las concesiones que instauraban la colaboración público-privada. Si no recuerdo mal, Joaquín Farnós era consejero de Salud en la Comunidad Valenciana y el soplo, finalmente publicado, no sentó bien por esos lares ni tampoco en Madrid.
El título en el querido Diario Médico de que iba a levantarse y ponerse en marcha allí un hospital siguiendo el modelo de las autopistas, en donde una Unión Temporal de Empresas (UTE) lo construiría y gestionaría temporalmente a cambio de una financiación per cápita, provocó conmoción en los mentideros sanitarios. La entonces portavoz del PSOE y exministra Ángeles Amador me llamó porque no daba crédito a lo que la información contenía: quería saber los pormenores y si se tejía algo más.
El modelo Alzira arrancaba y con él, la cascada de reacciones que ha habido hasta ahora. José Manuel Romay, a la sazón ministro de Sanidad, era conocedor del tema, pero lo había mantenido en silencio. Sabía que la gestión directa, la que utilizaba el Insalud y todavía se utiliza ahora, estaba obsoleta y no daba más de sí. Era ineficiente, penalizaba al profesional esforzado y no desincentivaba la indolencia. No veía mal por ello que Valencia experimentara esta novedosa fórmula que retribuía a los trabajadores con salarios mayores o menores en función de su implicación y el cumplimiento de los objetivos. Además, ahorraba a la Administración el coste de la construcción, en un momento en el que ya se apreciaban tensiones financieras. El modelo inicial fue bueno para la comunidad y para la sanidad en su conjunto, y malo para la UTE. Sus “arquitectos”, algunos buenos amigos hoy en día, lo hicieron tan eficiente que las empresas que formaban parte de ella perdían dinero.
Adeslas, por ejemplo, se fue. El hospital dejaba en mal lugar la gestión de otros equivalentes como la Fe, y cumplía las expectativas de los pacientes. El aval que dio el PSOE a la Ley 15/1997 de nuevas fórmulas de gestión supuso el pistoletazo de salida para su expansión por todo el país, aunque esta no se produjo de forma masiva porque los números no cuadraban para los participantes. Las experiencias pueden calificarse de forma global, casi 30 años después, como positivas, aunque al final Alzira se revirtiera por el atávico temor de un PP timorato. El lunar negro, por ponerle alguno, se sitúa en los controles, que deben ser permanentes y exhaustivos como lo deben ser en los centros de gestión directa.
PREGUNTAS CON RESPUESTA
¿Qué mujer se ha convertido en el codiciado objeto de deseo de varios grupos de interés para presidir una conocida corporación profesional?
¿Qué nueva revolución se va a producir en la comunicación de una multinacional farmacéutica asentada en España que no es Pfizer?
¿Qué sorpresas esconde el libro que está escribiendo sobre la ministra un periodista catalán?
¿Qué consejero del PP está muy bien considerado por los consejeros de Sanidad de este partido en el resto de las autonomías? ¿Por qué?









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