La enfermería se ha convertido, por derecho propio, en la profesión del futuro. En la actualidad, hace falta ya personal de enfermería para casi todo. Son necesarios más profesionales, muchos más, en urgencias, en las plantas, en las unidades de cuidados intensivos, en servicios postquirúrgicos, en pediatría o en geriatría. La pandemia mostró con toda su crudeza este déficit histórico y, cinco años después, casi todo sigue igual, en una nueva muestra de lección ignorada, de que el hombre no aprende de sus errores y tropieza dos veces con la misma piedra, como sucede con los accidentes de tráfico o los incendios estivales y la ausencia de medidas de prevención invernales. Pero no solo faltan en hospitales. También son necesarias en atención primaria y en salud mental.
La Covid-19 y las medidas para acotarla desataron un alud de trastornos psicológicos y psiquiátricos entre la población que hay que subsanar. Y ahí la enfermería resulta imprescindible, como lo es también en la atención a la dependencia, la gran pata pendiente de nuestro estado de bienestar. Sin enfermeras, no habrá cuidados en una sociedad que envejece, y sin enfermeras, la España vaciada también carecerá de la atención sanitaria imprescindible para subsistir.
Pero no solo aquí son fundamentales, imprescindibles. Hay muchas áreas en las que podrían jugar un papel primordial. Una de ellas es la escuela, desasistida hoy, con unos ratios manifiestamente mejorables en muchas autonomías, por no decir en todas. Otras parcelas a explotar son la atención domiciliaria, las alertas sanitarias y la lucha contra las llamadas pseudociencias. En estas dos últimas, la trascendencia del rol resulta evidente, pues el permanente contacto con los pacientes no solo mejora la prevención, sino que permite aminorar anticipadamente efectos adversos, interacciones medicamentosas, problemas de salud incipientes ocasionados por productos o fármacos, y anomalías sanitarias antes de que exploten.
También ayuda a poner freno a tratamientos de dudosa o nula utilidad terapéutica, tan en boga en una sociedad automedicada y susceptible de caer en las garras de los mercachifles de la salud, los nuevos vendedores de crecepelo de la era de la Inteligencia Artificial (IA). En este ámbito concreto, la labor asistencial y el trato directo con el potencial consumidor han de completarse con el auxilio de las corporaciones profesionales. Los colegios pueden ser bastiones en esta lucha sin cuartel contra los falsos milagros que tratan de revestirse de apariencia científica sin tenerla en absoluto.
Hablamos de las terapias con imanes, la sanación energética, o las dietas extremas, viralizadas en las redes sociales multiplicadoras de bulos y propaganda. Los riesgos reales son trastornos alimentarios, fallos renales o intoxicaciones graves. La enfermería debería jugar aquí un rol fundamental como agente preventivo, informativo, curativo y de detección, con el amparo de las entidades profesionales que la representan. Les toca ahora a las administraciones darse cuenta de ello y obrar en consecuencia.
PREGUNTAS CON RESPUESTA
¿Qué Consejería de Sanidad de una comunidad gobernada por el PP arrastra serios problemas de funcionamiento por un fallo clamoroso en el organigrama y otro de reparto competencial?
¿Qué conocido personaje del sector farmacéutico está absolutamente abducido por el Ministerio de Sanidad?
¿Qué dos consejeros de Sanidad del PP mantienen una relación casi de hermandad, y no pierden ocasión de encontrarse siempre que pueden?
¿Qué dos mujeres médicos antaño amigas mantienen hoy entre ellas una relación hostil? ¿Por qué?








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