2023, un mal año para la Sanidad

2023 no va a ser un año especialmente bueno para la Sanidad en general ni para las profesiones que ejercen dentro de ella en particular. La razón de tal aserto se sustenta en experiencias pasadas, muy poco gratificantes para el sector. En cursos electorales, y este lo será por partida doble -por las autonómicas y municipales que están ya a la vuelta de la esquina y por las generales que se celebrarán, previsiblemente, allá por diciembre-, las reformas se estancan para no levantar fricciones, en espera de tiempos mejores. Y pocas veces como ahora han sido tan necesarias las reformas en un sistema que revienta por las costuras, como demuestran las cifras récord de listas de espera, los raquíticos salarios de los sanitarios y la demora en incorporar las últimas innovaciones terapéuticas.

Por desgracia, el sistema tendrá que resistir como buenamente pueda un año más, lo que constituirá un verdadero ejercicio de resiliencia, pero de la de verdad, no de la que pregona propagandísticamente el Gobierno para maquillar su inacción. Nadie espere pues cambios de calado en el Estatuto Marco, retoques en los modelos de gestión o mejoras estructurales decisivas para sostener la Sanidad pública.

Al contrario, el modelo entrará en una mayor espiral de regresión si finalmente se da carta de naturaleza a la reversión de los hospitales concesionados y se obstaculizan esta externalización gestora que nada tiene que ver con la privatización, o la propia colaboración con la Sanidad privada. Es probable que Unidas Podemos termine saliéndose con la suya en el debate con el PSOE, lo que asestaría una puñalada mortal al sistema cuando necesita justamente lo contrario y destaparía las contradicciones del partido que sustenta al Gobierno. Un partido que allá por 1997 avaló la ley que permite lo que hoy podría aceptar abortar. Desquiciante ejercicio de esquizofrenia. Tampoco espere nadie, salvo necesidades de fuerza mayor para hacer ruido y camuflar otros asuntos, medidas de calado en salud pública o la evaluación de la gestión de la pandemia.

De la agencia que iba a crearse nada se sabe, y tampoco de la ley antitabaco. De momento, la petición de la enfermería de convertir los coches en lugares libres de humo duerme el sueño de los justos en el cajón del Ministerio, como cualquier tentativa dirigida a acotar el consumo de alcohol en menores, una de las grandes lacras sanitarias en España. Si Elena Salgado en su etapa de ministra de Salud se vio obligada a recular con el alcohol, no parece probable que el/la sucesor/a de Carolina Darias tenga ímpetu para intentar nada en los escasos meses que restarán de legislatura. En estos meses habrá, eso sí, dádivas gratis y prestaciones servidas en bandeja de plata a los mismos electores que luego habrán de pagarlas vía impuestos. Las muestras ya han empezado, pero habrá más. El efecto dominó en vacunaciones, de hecho, ya se está produciendo.

PREGUNTAS CON RESPUESTA

¿Qué oscura información guarda una conocida aseguradora acerca de un alto cargo sanitario? ¿Sería el fin de este alto cargo si saliera a la luz?

¿Qué dueños de una empresa pululan por una corporación profesional como si fueran por su casa?

¿Qué idea de un oncólogo puede ser la gran baza electoral sanitaria del partido que gobierna en una comunidad?

¿Qué conocida organización sopesa cambiar a su dircom? ¿Por qué?

 

Sergio Alonso

Autor Sergio Alonso

Fundador y director del suplemento A tu salud del diario LA RAZÓN

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