La falta de profesionales sanitarios se ha convertido, sin lugar a dudas, en el problema más grave del Sistema Nacional de Salud. En estos momentos, falta personal en primaria y en especializada, en la pública y en el privada, en los dispositivos de salud y en los sociosanitarios. Por faltar, falta hasta en los centros penitenciarios. La culpa del desaguisado puede achacarse principalmente al déficit presupuestario y a una planificación nefasta de los recursos humanos que no es imputable solo a los responsables de ahora, sino que viene produciéndose desde hace años.
Con el dinero actual, a España solo le da para generar el talento, pero no para retenerlo ni para atraerlo. El caso es que nuestro país se gasta cantidades ingentes en la formación de unos trabajadores cualificados de los que se benefician luego casi gratis otros estados. Lo que no invierten en dotarles de conocimientos lo emplean en retribuirles mejor, ahorrándose así un trámite engorroso del que nos ocupamos nosotros sin beneficiarnos como deberíamos del esfuerzo realizado. Esa atávica insuficiencia presupuestaria para la sanidad y los servicios sociales en las cuentas estatales y autonómicas incide también en las condiciones en las que se ha de realizar el trabajo. En España, los sanitarios ganan poco y, además, han de ejercer en condiciones muchas veces extremas, con plantillas reducidas y con ratios de pacientes disparatados.
No es extraño que el que pueda se marche o pruebe suerte en la privada en busca si no de menos trabajo, sí de una mejor remuneración. Tampoco lo es que los puestos de difícil cobertura no encuentren quien los ocupe y que los que ejercen en ellos tengan que multiplicarse hasta la extenuación, como sucede en la España vaciada. Esta falta de presupuestos que deriva en una carestía de profesionales está llevando encima a las autonomías a realiza la guerra por su cuenta, generando una suerte de competencia insana que no es buena ni para sus servicios de salud ni para los empleados que se sumergen en ella. La falta de liderazgo estatal que ponga fin a esta carrera desenfrenada es manifiesta y las iniciativas localistas afloran por doquier.
La homologación de títulos extranjeros que ha intentado el País Vasco tiene su razón de ser en esa insuficiencia de mano de obra y en la lentitud exasperante del Estado a la hora de realizarla, pero esa competencia no puede ni debe fragmentarse, como entienden los consejos profesionales y el Tribunal Supremo, pues correríamos el riesgo de convertirnos en un coladero. Tampoco cabe acortar los periodos formativos para que afloren más profesionales al sistema, como bien ha puesto de manifiesto el Ministerio de Sanidad. Por esa regla de tres, la carestía se resolvería eliminando el requisito de la titulación universitaria, pero se incurriría en la aberración de sacrificar la calidad formativa a cambio de más cantidad. Un disparate.
PREGUNTAS CON RESPUESTA
¿Qué gerente de un gran hospital tuvo un polémico encuentro con dos mujeres en una zona pública del hospital que dirigía anteriormente? ¿Por qué?
¿Qué exdircom de una gran empresa sanitaria estuvo a un paso de emparentar de lleno con el sector farmacéutico? ¿Por qué?
¿Qué agente del sector ha realizado una interpretación equivocada del informe de la Airef sobre el modelo Muface?
¿Qué relación hay entre un alto cargo del Ministerio de Sanidad, la industria farmacéutica y el plagio de una estrategia?








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