Estos días se cumplen cinco años de uno de los episodios más oscuros de la historia sanitaria reciente, el cruento estallido de la Covid-19 que ha dejado ya alrededor de siete millones de muertes en el mundo y, desgraciadamente, aún queda todo por hacer para evitar que otra futura pandemia vuelva a golpearnos con la misma saña. Recuerdo que en la ola inicial la frase más manida era que “no se podía prever” y que “saldríamos más fuertes”. Lo primero era cierto. Lo segundo, no.
Desde la mal llamada gripe española de 1918, el planeta había vivido en una suerte de convivencia pacífica con los virus, más allá de algunos brotes esporádicos como los del ébola en África. La brusca irrupción del coronavirus SARS-Cov-2 fue como una riada que inunda lo que encuentra a su paso y, visto en perspectiva, puede resultar hasta lógico que países como el nuestro carecieran de una reserva estratégica de materiales y equipos de protección para hacerle frente, de un plan nacional de Unidades de Cuidados Intensivos y hasta de un número adecuado de sanitarios para atender la avalancha de enfermos que podía llegar.
La bola de nieve fue creciendo durante las sucesivas olas y puede resultar también comprensible que las autoridades no fijaran el establecimiento de una línea defensiva para el futuro entre sus prioridades inmediatas, porque bastante tenían entonces con hacer frente a lo que se les había echado encima. Durante la pandemia, no fueron pocos los expertos que alertaron, no obstante, de la necesidad de ir haciendo acopio de equipos y medicamentos frente a amenazas venideras y que identificaron las líneas sanitarias que habría que reforzar para que otra tragedia similar no volviera a repetirse.
En el pomposo Plan de Recuperación, Reparación y Resiliencia que emanó de una Comisión del Congreso de los Diputados por la que se hizo desfilar a toda suerte de representantes de la sanidad se incluían las recetas para no tropezar dos veces por la misma piedra, y los especialistas afines al Gobierno que evaluaron a conveniencia del mismo el desempeño del sistema frente a la pandemia trazaron una hoja de ruta para impedir que la historia volviera a repetirse.
Todo aquello cayó en saco roto. Las ratios de personal, por ejemplo, son ahora incluso más bajos que la etapa prepandemia en todas las profesiones sanitarias, las listas de espera se encuentran en niveles récord y la partida presupuestaria destinada a la Sanidad se ha estancado y se encuentra aún muy lejos del 9% del PIB recomendable. Por no haber, no hay un Plan Nacional de Preparación y Respuesta ante Emergencias Sanitarias, ni plan conocido de reservas estratégicas, ni Agencia Estatal de Salud Pública, ni se ha revalorizado la primaria, ni se han integrado los servicios de informacion de las autonomías, ni hay programas de salud mental para profesionales, ni nada de nada. Si llega otra pandemia, Dios proveerá.
PREGUNTAS CON RESPUESTA
¿Qué miembro de la llamada Comisión de la Verdad tenía repleto de televisores de plasma pagados con dinero público uno de los últimos despachos oficiales que ocupó durante su carrera?
¿Qué gerente ha decidido cambiar los sillones de la sala de juntas de su hospital porque no tienen estilo?
¿Qué sanitario de enorme prestigio profesional figura entre los asesores de Alberto Núñez Feijóo en sanidad?
¿Qué conocido directivo del sector tiene verdadero pavor a los medios de comunicación y sólo ha accedido a reunirse con uno de ellos en lo que lleva en el cargo?
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