A pesar de que se sucedan los días desde que la despiadada e invisible mano del terrorismo golpease al mundo entero, la zozobra, la tristeza y el miedo no se van de la mente. Y entre las horas y horas en que los medios de comunicación han dedicado al día más negro de la historia reciente de Francia me quedo con un compañero de profesión al que vi fugazmente cuando era entrevistado en una plaza de París.

Era un profesional que, o por necesidad o por decisión propia, trabajaba como enfermero en un hospital de la ciudad. La enfermería es una profesión que nunca descansa, está al servicio del paciente las 24 horas, los 365 días del año, y él comentaba que, lógicamente, muchos de sus compañeros acudieron a trabajar el sábado por la mañana a cumplir con su labor, aunque la conmoción les atenazaba por completo. A otros tantos enfermeros la tragedia les sorprendió en su puesto de trabajo y, una vez más, seguro se enfrentaron al horror con profesionalidad en su hospital o como parte de un equipo de emergencias extrahospitalarias, conscientes de que ante la severidad de las lesiones, cada minuto cuenta.

Lo que ahora vive la sociedad francesa es algo que, por desgracia, experimentamos también en España un 11 de marzo de 2004. Ese día todos lloramos, pero también nos sentimos orgullosos de todos los profesionales sanitarios que cumplieron con ejemplaridad su cometido. En un acto de solidaridad sin precedentes, los compañeros rompieron los horarios de trabajo, los días libres y las obligaciones familiares. Doblaron sus turnos desinteresadamente y se presentaron en sus centros de trabajo por iniciativa propia, pidiendo poder atender cuanto antes a las víctimas.

Cuando uno se enfrenta a las consecuencias de la sinrazón humana resulta muy complicado no bloquearse. Así es en teoría, pero luego casi todo el mundo saca lo mejor de sí en la atención al paciente al que las bombas o las armas le han roto la vida. Curiosamente, y así lo atestiguan los testimonios y las investigaciones científicas, los sanitarios actúan con la mayor diligencia y profesionalidad cuando están enfocados en su trabajo, aunque las circunstancias sean duras, y sólo cuando han acabado, cuando ya se frena el flujo de ambulancias y heridos, incluso unos días después, es cuando se derrumban por completo y son conscientes de lo que han vivido. Algunos de ellos requieren incluso de atención psicológica por síndrome por estrés postraumático. La sociedad aprecia su trabajo y les valora, pero nunca está de más decirlo: Enfermeros franceses y españoles, muchas gracias.

Autor: Pilar Fernández

Velando porque la enfermería esté formada y actualizada en sus conocimientos para prescribir los mejores cuidados al paciente

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