Peor imposible

por | 04 octubre 2016 | 1,5 Julios - Juan Carlos Gómez | 0 Comentarios

Estos días en la prensa deportiva nos han recordado las estremecedoras imágenes del cabezazo que dejó tetrapléjico al baloncestista serbio Boban Jankovic en 1993, al producirse el décimo aniversario de su muerte. Tras pitarle una falta en ataque reacciona dando un cabezazo de rabia al soporte de la canasta, que por aquel entonces no estaban acolchados, cayendo al suelo boca abajo con la frente ensangrentada. Aquí se puede ver el vídeo.

Se trataba de un baloncestista muy pasional, en un encuentro de máxima rivalidad, era un partido de semifinales de la liga griega en el que ambos contendientes iban muy igualados y además era su 5ª falta personal lo que significaba su descalificación quedando 6 minutos de juego.

Hasta aquí los peregrinos motivos que llevó a un deportista de élite a tomar tan nefasta decisión en su vida.

Pero que sucede a partir del antecedente traumático. Si miramos con detenimiento las imágenes nada más producirse el trauma el jugador se desploma (primer signo que nos debe llamar la atención), no se deja caer, quedándose en decúbito prono en el suelo. Si nos fijamos en ambas manos, sobre todo la derecha, presenta espasticidad en los dedos, las piernas están flácidas y atónicas. Posiblemente la posterior diagnosticada fractura de la tercera vértebra cervical con la lesión medular subyacente ya se había producido en el mismo momento del traumatismo.

Si hubiera llegado un servicio de emergencia profesional a recoger al accidentado lo hubieran tenido muy claro, antecedente de traumatismo cráneo-cervical severo con desplome de la víctima, espasticidad en manos con parálisis flácida de ambas piernas, sospecha de lesión medular a nivel cervical, inmovilidad total de columna y traslado controlado a centro adecuado. Pero si seguimos visionando el vídeo podemos comprobar cómo cada actor (jugadores, equipo técnico, presuntas asistencias) intentan hacer cosas que a su criterio consideran útiles pero que para la víctima pueden resultar letales.

Lo primero que no soportamos es que las cosas no estén en “orden” o “dentro de la normalidad”, nuestra normalidad. Por ello no entendemos que un compañero esté en decúbito prono, la personas cuando nos tumbamos lo hacemos boca arriba, esto es lo “normal” así todos los primeros esfuerzos de los actores intervinientes consisten en intentar dar la vuelta al paciente, pese a que ello le pueda producir lesiones irreversibles. Lo siguiente es quitar la sangre de la cara, no es “normal” esa imagen de nuestro compañero con la cara ensangrentada y para ello hay que lavarle la cara aún a costa de seguir haciendo movimientos no apropiados y potencialmente lesivos de la cabeza.

Posteriormente nos preocupan las piernas, no porque estén paralizadas si no porque están en una posición “anormal” por ello uno de los ayudantes acude a alinearle ambas piernas y quedar en una posición neutra, más “normal” y digna cuando se está boca arriba.

¡Peor imposible!

El testigo presencial en un caritativo y humano interés de ayudar a la víctima, máxime si es un conocido, realiza acciones para intentar que una situación que no comprende y le desborda tienda a la “normalidad” de sus parámetros cotidianos de vida. Pero yo les invitaría a una reflexión, sabemos que la acción incontrolada de legos ante pacientes críticos genera más problemas a las víctimas que las que solucionan pero los servicios de emergencias y sobre todo los pacientes necesitan de estos buenos samaritanos que pueden ayudar, y mucho, primero alertando a estos servicios para que lleguen lo antes posible y posteriormente acompañando a la víctima, invitándola a que se tranquilice, a que no realice ningún movimiento que le pueda lesionar más, siguiendo siempre la máxima “si no sabes no actúes”. Alertar al servicio de emergencias y acompañar al accidentado es hacer muchísimo por este y una labor inconmensurable desde el punto de vista humano.

Debemos de poner en el contexto histórico de los años 90 estas imágenes ya que en la actualidad sería prácticamente imposible ver este tipo de actuaciones en una cancha de baloncesto.

 

Autor: Juan Carlos Gómez

El mecanismo de acción de la puño percusión precordial (en la reanimación cardiopulmonar) es el de una desfibrilación eléctrica de 0,04 a 1,5 Julios, debido a la conversión de la energía mecánica en energía eléctrica. Blog orientado a la enfermería de Urgencias y Emergencias.

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