Un balance sanitario desolador

El balance sanitario de la legislatura que concluye ahora de forma anticipada por el adelanto electoral de Pedro Sánchez no puede ser más desolador. Menos reformas o simples mejoras dirigidas a apuntalar el sistema, en estos cinco años transcurridos desde la moción de censura ha habido de todo, y casi nada bueno. Por haber, ha habido cinco ministros y, probablemente, pronto haya un sexto, lo que da idea del concepto que Moncloa ha tenido de un departamento que el PSOE troceó nada más llegar al poder para dar cabida a sus socios de Gobierno en las instalaciones del Paseo del Prado, lo que pasó factura luego durante la pandemia.

El Ministerio de Sanidad -que bien podría pasar a llamarse el Ministerio de las aves de paso, porque algunos de sus titulares lo utilizaron meramente como trampolín para saltar a otras latitudes políticas- ha trabajado todo este tiempo con una plantilla mermada, envejecida y, sobre todo, tremendamente desmotivada ante tanto vaivén de altos cargos. Si Salud Pública fue uno de los grandes agujeros negros de este departamento descapitalizado durante la crisis de la Covid-19 por sus tardías reacciones o su instrumentalización con fines políticos para arremeter contra Isabel Díaz Ayuso en Madrid, este periodo político concluye con Ordenación Profesional en la picota. La nefasta planificación de estos y otros años pasados, con gobiernos de todo signo, ha conducido a una suerte de callejón sin salida de peligrosas consecuencias para los centros sanitarios: no hay profesionales y los que hay cobran muy poco, lo que da pie a pensar que en el futuro habrá nuevas desbandadas y fuertes rivalidades entre comunidades para atraer a los que queden.

La conclusión es que España se gasta el dinero en formar a sanitarios para que otros países se los terminen llevando gratis. El despropósito de la gestión de los recursos humanos a escala estatal alcanza tales dimensiones, que no son fáciles las soluciones a corto plazo. El nuevo Gobierno que salga tras las elecciones de julio tendrá que afrontar una herencia demoledora. Los agujeros negros de la Sanidad española no se detienen, sin embargo, aquí. La política farmacéutica es otro desastre: a pesar de que el director general César Hernández ha mostrado mucho mejor talante que su antecesora, Patricia Lacruz, los nuevos medicamentos se siguen aprobando a cuentagotas, tarde y mal.

Las malas formas se acabaron, pero el problema se mantiene y muchos hablan ya de que incluso han empeorado. El PSOE tampoco ha sabido corregir los grandes males que aquejan a un modelo sanitario en grave crisis, como bien muestran los datos de las listas de espera. En este tiempo, no ha habido iniciativa alguna para combatirlas y el intento de arreglar la primaria se ha limitado a una inversión estética: no hace falta chapa y pintura, sino más mano de obra, y de eso, nada de nada. Un desastre, en definitiva.

Preguntas con respuesta

  • ¿Qué conocido sanitario del PP con experiencia gestora en una Consejería de Sanidad tiene todas las papeletas para ser consejero en una autonomía diferente?
  • ¿Qué conocido sanitario del PP ha sido consultado sobre la persona que sustituirá a Enrique Ruiz Escudero en la Consejería de Sanidad de Madrid?
  • ¿Qué médico socialista relegado al ostracismo por el sanchismo festejó el resultado de las pasadas municipales y autonómicas?
  • ¿Qué alto cargo del Ministerio de Sanidad ha sondeado en Ferraz la posibilidad de una recolocación en Castilla-La Mancha tras las elecciones de julio?
Sergio Alonso

Autor Sergio Alonso

Fundador y director del suplemento A tu salud del diario LA RAZÓN

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