Santiago Ramón y Cajal decía que deben preocuparnos más las arrugas en el cerebro que las del rostro. La forma de afrontar los retos de la vida, los cambios sociales y de juzgar la realidad no viene determinada por la fecha de nacimiento que figura en nuestro DNI.

El culto a la juventud y a la lozanía de jóvenes que se exhiben sin pudor en las redes sociales resulta proporcional al menoscabo y desprecio de la experiencia y la sabiduría, virtudes que parecen no encajar demasiado en un mundo donde es más importante decir algo rápido y agudo que hacer una reflexión acertada y que aporte algo de valor.

Resulta una obviedad decir que existe una discriminación hacia las personas mayores y su opinión cuenta menos o se ignora.

Es palpable cómo los líderes políticos más jóvenes quieren ensombrecer las opiniones y manifestaciones públicas de los antiguos dirigentes de sus respectivos partidos, aunque tanto unos como otros no se acercasen a los mayores salvo para pedirles el voto en época electoral. Pero cuando hablamos de edadismo, de la discriminación, los prejuicios o los estereotipos que surgen por razones de edad se abre un abanico enorme de matices de los que no somos conscientes.

Ya no se trata de arrinconar al mayor como un trasto viejo. El edadismo es un fenómeno que surge en muchos tramos de la vida social. Por ejemplo, quién no ha visto cómo un equipo de fútbol de veinteañeros se mofa del equipo de “veteranos” -ojo, hablamos de un equipo de fútbol sala con una media de edad de 40 años- como si estuvieran achacosos. En el plano puramente físico todavía podría haber un debate, pero resulta más irritante el menosprecio a la capacidad de realizar con eficiencia un trabajo de índole intelectual. Y, sin embargo, sucede a diario en las empresas, por ejemplo, cuando se postulan profesionales que superan los cincuenta para cualquier puesto y un responsable de recursos humanos -más joven- cree que no será tan dinámico o ducho en las tecnologías como otros trabajadores.

Cientos de actrices claman por cómo se esfuman los papeles importantes y, sí, también en el ámbito sanitario se produce este fenómeno estigmatizante y un manifiesto desprecio del talento y la experiencia. Poco o nada se hablaba de edadismo hasta ahora. Sin embargo, como otros problemas sociales, debemos abordarlo y resetear las mentes arrugadas de muchas personas, jóvenes y no tan jóvenes.

Autor: Florentino Pérez Raya

Florentino Pérez Raya es el presidente del Consejo General de Enfermería

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