*Por Nuria Herranz y Maite Montes, enfermeras especialistas en Pediatría y coordinadoras de Enfermería de la Fundación NeNe
Hace más de ocho meses, la pandemia por COVID-19 sorprendió al mundo. Una crisis sanitaria, social y económica sin precedentes que ha alterado profundamente nuestra manera de relacionarnos y ha afectado a todas las áreas de nuestra vida. En el contexto de la atención del recién nacido de alto riesgo, las unidades neonatales han visto caer como un castillo de naipes su forma cotidiana de cuidar desde el enfoque centrado en el neurodesarrollo del recién nacido y centrado en la familia.
Como enfermeras y miembros de un equipo sanitario que ha dedicado décadas de trabajo y esfuerzo colaborativo para lograr implantar este enfoque de cuidado, nos preocupa especialmente el impacto que estos cambios pueden tener en los pacientes más vulnerables: los recién nacidos prematuros y sus familias. Con motivo del Día Mundial de la Prematuridad, que conmemoramos el 17 de noviembre, desde la sección de Enfermería de la Fundación NeNe queremos llamar la atención sobre cómo nos hemos adaptado a la situación de pandemia en unos cuidados que requieren de extrema sensibilidad y donde el contacto físico, ahora dificultado, siempre ha sido algo esencial.
Un pilar fundamental de nuestra forma de cuidar es dirigir nuestra mirada hacía el bebé y su familia como una unidad inseparable. Y reconocer la necesidad de madres, padres y recién nacido prematuro de estar juntos, tener un contacto físico afectivo continuado, cuidar y ser cuidado y, en definitiva, construir un vínculo emocional estable y seguro. Ampliamos nuestro ángulo de visión para incorporar a otros miembros de la familia cómo hermanos y abuelos. Personas significativas que tienen las mismas necesidades de afecto y pertenencia, y juegan un papel fundamental como red de apoyo emocional y funcional para los progenitores y el bebé prematuro.
En la situación actual de pandemia, las unidades neonatales de forma heterogénea han interrumpido su política de puertas abiertas y enfoque integrador de la familia, restringiendo la entrada a la madre y el padre y en algunos centros por separado y con límites de tiempo. Esta dinámica separa afectivamente al bebé prematuro de su familia, retrasa su socialización y limita las oportunidades de los progenitores para empoderarse en el cuidado de su recién nacido. Esta situación mantenida en el tiempo durante varios meses de hospitalización provoca estrés emocional y sufrimiento en las familias, pudiendo repercutir en el desarrollo neurosensorial y emocional del recién nacido prematuro.
Por otra parte, intervenciones estrella para el recién nacido prematuro cómo el “cuidado piel con piel”, la lactancia materna o el reclutamiento de donantes en los bancos de leche se vieron muy afectadas en el inicio de la primera ola. Si bien todo esto se ha normalizado, quedan pendientes por solucionar aspectos como el vacío emocional que experimenta la madre o el padre al no poder compartir juntos el cuidado “piel con piel” o la gestión de la lactancia materna.
Cuidado emocional
Forma parte de nuestro rol cotidiano como enfermeras, utilizar la comunicación para enseñar, guiar y acompañar emocionalmente a la familia, pero resulta complejo hacerlo sin poder apretar un hombro o tocar una mano, con la barrera de una mascarilla o equipo de protección individual. Recuperar la importancia del contacto visual, el lenguaje corporal o el tono de voz son recursos necesarios que aun seguimos perfeccionando. Las familias más que nunca precisan de nuestra ayuda para aprender las medidas preventivas para el control de la infección por la COVID-19 y aplicarlas correctamente durante su estancia en el hospital, en el contacto piel con piel con su recién nacido, amamantamiento y resto de cuidados. Asimismo, necesitan mucho apoyo para vencer la incertidumbre y el miedo a contagiar a sus bebés prematuros.
Quizás un aspecto frustrante, ha sido renunciar a nuestra habilidad para improvisar y dar respuesta a necesidades de las familias, pues la flexibilidad que teníamos para abordar determinadas situaciones ha sido reducida por las normas drásticas que limitan nuestra espontaneidad y contacto. Desafortunadamente, la emergencia por COVID y las medidas restrictivas de las unidades neonatales continúan.
TIEMPO DE REINVENTARSE
Así que es tiempo de reinventarse, de sumar esfuerzos y capacidades para preservar la calidad de los cuidados respetando el enfoque del cuidado centrado en el desarrollo y la familia. El equipo sanitario debe explorar la incorporación de recursos eficaces para incrementar la comunicación empática y el soporte a la familia en las unidades neonatales y al alta hospitalaria. Durante el ingreso, la incorporación de cámaras web puede complementar la comunicación presencial y suplir la falta de contacto directo del bebé prematuro con sus hermanos y abuelos, contribuyendo a mejorar la confianza en los profesionales y el bienestar emocional de la familia al completo.
Asimismo, los programas de alta precoz domiciliaria para el recién nacido prematuro, interrumpidos durante las primeras fases de la pandemia, han retomado su funcionamiento tratando de incorporar nuevas herramientas como el soporte telemático. Otros recursos que es necesario fortalecer, a través de canales de comunicación no presenciales, es el apoyo de pares y el de las asociaciones de madres y padres, que aportan su experiencia física y emocional para afrontar retos similares y son muy bien valorados por las familias.
Para hacer realidad esta nueva normalidad, es necesario el compromiso y dotación económica por parte de la Administración y dar directrices a los profesionales para optimizar su uso con criterios éticos y seguros. Desde la Fundación NeNe, tenemos la confianza en que estos momentos de crisis nos harán aprender más y encontrar nuevas herramientas que han llegado al cuidado enfermero al prematuro para quedarse.