El Ministerio de Sanidad es una olla a presión

El Ministerio de Sanidad se ha convertido en una olla a presión en la que más de un alto cargo puede saltar por el aire, como les ha ocurrido ya a dos de ellos desde el estallido de la pandemia: el que era el número dos de Salvador Illa, el secretario general Faustino Blanco, y el director general de Recursos Humanos, Rodrigo Gutiérrez, pasto de las críticas externas e internas por una gestión nefasta que ha desembocado en la huelga nacional de médicos. A la tensión y el mal ambiente que imperan en el Paseo del Prado contribuyen varios factores, aunque el principal, obviamente, es el coronavirus.

La irrupción de la COVID-19 en marzo ha sobrecargado de trabajo un Ministerio que, para más inri, fue jivarizado dos meses antes por Pedro Sánchez para constituir a partir de él otros dos departamentos con los que contentar a Pablo Iglesias y Alberto Garzón. Con la creación de los Ministerios de Derechos Sociales y de Consumo Sanidad perdió un buen número de funcionarios que podrían haber sido muy útiles en la lucha contra la COVID, lo que ha obligado a los que se quedaron a realizar un sobreesfuerzo no suficientemente recompensado. La prueba de este malestar es que hasta mediados de septiembre se han jubilado 56 funcionarios y 33 trabajadores que mantenían una vinculación laboral originaria con Sanidad. La sangría no se detiene ahí.

Al menos 39 trabajadores han pedido también salir de estos tres ministerios, con lo que el saldo de bajas a 31 de diciembre podría ascender a 128, casi un 10% de la plantilla, cifra que no incluye las peticiones de traslado a otros departamentos en comisión de servicio que han cursado otros empleados. La infradotación de personal será por tanto más grave a comienzos de 2021, en plena ebullición de la segunda ola o a punto de iniciar la tercera. El otro motivo de tensión en Sanidad reside en los recelos que el ministro y sus más allegados, entre los que se encuentra la secretaria de Estado, Silvia Calzón, muestran hacia algunos de los altos cargos heredados de Carmen Montón y de María Luisa Carcedo.

Si Blanco y Rodríguez no despertaban el entusiasmo del ministro, menos lo ha hecho aún la directora general de Salud Pública, Pilar Aparicio, apartada desde el estallido de la crisis pese a que, orgánicamente, es jefa de Simón y debería tener el máximo protagonismo. Tampoco son fuente de alegrías para Illa el director del Ingesa, Alfonso Jiménez Palacios, y la directora de Farmacia, Patricia Lacruz. El primero tiene la sanidad de Ceuta y Melilla hecha unos zorros y ha estampado su firma en decenas de compras con sobreprecios o proveedores desconocidos. La segunda quedó tocada tras la compra de los test fallidos y a Illa no paran de llegarle críticas sobre su gestión.

PREGUNTAS CON RESPUESTA

¿Qué alto cargo del Ministerio de Sanidad ha pensado en presentar la dimisión pero no lo hace por disciplina de partido?

¿Qué alto directivo de la nueva hornada de una gran multinacional será el siguiente presidente de Farmaindustria cuando deje el cargo el presidente de Rovi?

¿A qué alto cargo del Ministerio le resbala ser ninguneado y no presentará la dimisión en ningún caso?

¿Qué conocido sanitario socialista va poniendo a caldo a Simón y es muy crítico con el papel que está jugando el Ministerio de Sanidad en esta segunda ola?

¿Qué error gravísimo que no ha trascendido ha cometido Simón en el último mes?

Sergio Alonso

Autor Sergio Alonso

Fundador y director del suplemento A tu salud del diario LA RAZÓN

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