Eutanasia y enfermería (I)

por | 14 febrero 2020 | Un rincón para la reflexión ética - Rafael Lletget | 1 Comentario

La palabra «eutanasia» significa etimológicamente “buena muerte”. Para el común de las personas responde, fundamental y casi exclusivamente, a cuestiones relativas al miedo a perder la autonomía física, la libertad como persona o el sentir un dolor físico insoportable. A distancia aparecen otras motivaciones, tristes realidades y fiel exponente del fracaso moral de una sociedad, como el sentirse una carga económica para la familia, la soledad no deseada de las personas mayores (22,37 por ciento en España), la inmoral estancia de ancianos dependientes aparcados en salas sociosanitarias viendo como pasan los días sin sentido alguno y literalmente “queriéndose morir”…, el sentirse deprimido una mezcla imprecisa de todo ello.

Todos estamos a favor de una buena muerte que culmine una vida plena y bien vivida. Es de suponer que esta sea la supuesta demanda social que se aduce en favor de la necesaria legalización de la eutanasia en España.

Pero no es menos cierto que llamar a esto “demanda social generalizada” supone, cuando menos, aceptar que la sociedad, las políticas sociales, la atención sanitaria y sociosanitaria no son capaces de dar respuesta a cuestiones que se pueden abordar con carácter previo a la aceleración de la muerte o a la elección de ese proceso en condiciones de verdadera libertad. Algo que deberíamos sopesar, sin crispación, descalificaciones, ni determinantes ideológicos.

Lamentablemente se hace demasiada demagogia, desde todas las perspectivas sobre un tema de tan elevada importancia. Afirmar que la cuestión relativa a la eutanasia nada tiene que ver con los cuidados paliativos (el 50 por ciento de las personas no tienen acceso a ellos en España), como hemos podido escuchar estos días en boca de insignes representantes políticos o que la legalización de la eutanasia tiene como propósito disminuir los costes sanitarios son fiel exponente, cuando menos, del sectarismo y la insignificancia intelectual de sus autores.

Todas las enfermeras sabemos quién fue Florence Nightingale. Quizá no todas sean conocedoras de la existencia, casi contemporánea a ella, de otra enfermera, Cicely Saunders, plenamente dedicada al cuidado de los enfermos terminales. Fue ella quien desarrolló la teoría del “dolor total” que contempla todas las vertientes de lo humano: física, psíquica, social y espiritual.

Promover la vida de las personas —término acuñado por Colliere—, es la misión fundamental de las enfermeras, de tal manera que no tenga sufrimientos de ningún tipo y que no le quepa la menor duda de que, aunque físicamente esté muy deteriorada por la enfermedad que padece, no ha perdido ni un ápice de su dignidad.

¿Cómo conjugamos esto con la experiencia vital de quienes, en último término desean poner fin a su vida? ¿es la eutanasia un atajo fácil cuando no hay respuesta universal para atender de forma integral a las personas en esa situación de “dolor total”? La cuestión no se puede despachar frívolamente con debates ideológicos que no aportan argumentaciones sólidas de ninguna clase.

Tenemos la obligación de reflexionar desde la antropología, el sentido de la vida y de la muerte, la naturaleza de los cuidados enfermeros, la ética y deontología profesional y —como no—la dimensión compasiva de la misión enfermera.

Autor: Rafael Lletget

Tratamos de recuperar la esencia de la perspectiva humanista buscando su lugar en el ámbito de los cuidados enfermeros. El ser humano , más allá de eslóganes y frases oportunistas, constituye el centro de la praxis enfermera.

1 Comentario

  1. Isabel Ansorena Anzat

    Todos l@s enfermeros hemos pasado por la situación de muerte perdida,o,deseada,por pacientes y familiares.
    Desde ese primero de vista considero que esta profesión nuestra tendría mucho que decir al respecto.
    Espero que las personas con competencia o poder para establecer una ley justa y equitativa sean capaces de tomar a este colectivo como fundamental para redactar, componer e historias la diversidad de cuestiones a tener en cuenta en pacientes que se encuentren en esa desgraciada situación.
    Me despido animando a insistir en ello y desde luego, contando con mi ayuda totalmente desinteresada.
    Un saludo
    Isabel Ansorena Anza

    Responder

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