Decía Arthur Schnitzler, que “estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida”.
He elegido este comienzo para dar a conocer mi decisión de finalizar este, ya largo ciclo de reflexiones que, durante años me han ayudado, y espero que no solo a mí, a salir de esa cultura de lo epidérmico, de los superficial, esa forma de ser y de estar o, más bien, de parecer que estamos y que somos que hemos llamado cultura del escaparate, de la apariencia. Y quiero, sobre todo, manifestar mi gratitud al Consejo General de Enfermería por haberme permitido residir en esta página con la libertad y talante, no pocas veces crítico, con el que lo he hecho. Creo que es bien cierto que una deontología del cuidar trasciende la relación enfermera-paciente convirtiéndose en verdadera instancia crítica hacia todos aquellos aspectos que inciden negativamente en el desarrollo humano.
Y, a estas alturas de mi vida, me siento legitimado para afirmar, con un cierto optimismo, que la enfermería es, más que nunca, “una profesión habitada por la búsqueda”. Una búsqueda que, lógicamente, no tiene su origen en el vacío, sino que parte del reconocimiento de que el mejor profeta del futuro es el pasado, esto es, que no podremos construir el porvenir desde posiciones dogmáticas, irreales ni, en el extremo opuesto, desde victimismos y complejos. Elementos, todos ellos, todavía excesivamente presentes en nuestro entorno. Nuestro futuro como profesión, si quiere consolidar su prestigio, si verdaderamente siente la necesidad de ser visible, respetada y compensada como merece, requiere de fuertes liderazgos institucionales, de aquellos que entienden la autoridad como un servicio, Requiere de un perfeccionamiento de nuestra identidad y de nuestro perfil en el área de lo científico sin perder de vida ese otro ámbito de la excelencia, generador de sentido.
A las puertas —ojalá sea así— de un nuevo Código Deontológico aceptemos al ser humano como valor central en nuestro trabajo, como algo no sometido a ninguna instancia terrena, ni al Estado, ni a ideologías e instituciones. Hagamos que, por encima de la pericia técnico científica se vean con claridad las manos y los ojos del cuidador y que ambos inspiren auténtica confianza. Una cosa y otra -sumadas y bien contadas y defendidas por quienes tienen la obligación de hacerlo con conocimiento, capacidad y coherencia moral, os aseguro que nos permitirán afirmar que “mañana será mejor”. Ah, y que no se me olvide, seamos agradecidos por haber llegado hasta aquí…. En este rincón se hace el silencio, pero ahí fuera sigue lloviendo, huele a tierra mojada, hay que respirar profundo… y seguir estando orgullosos de ser enfermeras y enfermeros porque, como expresa Lyn Yutang, “la mitad de la belleza depende del paisaje y la otras mitad del hombre que lo mira”.
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