Iglesias sin campanario

*Carlos Nicolás, periodista

En un paseo por las que, en otro tiempo, fueron calificadas de zonas industriales frecuentemente se tropieza uno con algunas naves convertidas en templos (iglesias) para la práctica religiosa de las nuevas comunidades de creyentes que se han establecido o han ido surgiendo en nuestro país. Se trata de un fenómeno fácil de ver en el entorno de las grandes ciudades o en las conurbaciones (ciudades dormitorios) de sus proximidades. Sin duda que en este proceso influyen varios factores que, sin duda, merecen un análisis sociológico y no el simple apunte de un paseante por tales lugares.

A vuela pluma, cabe pensar, por una parte, en que estamos viviendo un proceso de desindustrialización como lo confirmaría el crecimiento progresivo del sector terciario y, por otra, la aparición de nuevas confesiones religiosas (iglesias) que precisan lugares de culto y que no son fáciles de conseguir en ubicaciones más urbanas.

Está claro, salta a la vista, que se trata de aprovechar para el culto religioso espacios abandonados para los que fueron construidos, por supuesto sin campanarios. Posiblemente tendrían sirenas para anunciar los turnos de trabajo o las horas de su conclusión. De alguna manera, está desapareciendo la imagen de una población en torno a su iglesia con su campanario.

A juzgar por quienes acuden a las ceremonias, pues en alguna ocasión he tropezado con ellos, puede decirse que no son necesarias las campanas, pues proceden desde los puntos más diversos de sus ubicaciones. Y, por otro lado, tampoco las campanas servirían para comunicar a los vecinos del entorno, pues no suelen existir, cualquier acontecimiento, desde un fuego a la muerte de un feligrés. Ni, por el contrario, contribuyen a la contaminación acústica, ni molestan o interrumpen descanso alguno.

En fin, estos apuntes son una muestra más de los cambios de nuestra sociedad: por un lado, el proceso de desindustrialización y, por otro, el fenómeno religioso. Aunque muy distinto el uno del otro, ambos confluyen de alguna manera, pero dejo a los sociólogos su análisis en profundidad.

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