Menos homenajes y más apoyos para los sanitarios

España tiene una deuda ineludible con los profesionales de la salud. Se trata de una cuenta pendiente que viene de largo, pero que se ha agigantado tras más de 17 meses de pandemia de COVID en los que el personal de enfermería y de medicina, los auxiliares, los celadores, los farmacéuticos y el resto de los trabajadores del sector fueron la primera barrera de contención del virus aun a costa de sus propias vidas. Las cifras que dan muestra del azote del SARS-CoV-2 o de alguna de sus variantes en estos profesionales aparecen semanalmente reflejadas en un pequeño rincón del abultado volumen de datos con el que nos inunda el Ministerio de Sanidad, pero no pueden pasar más tiempo desapercibidas, aunque parezca esa la pretensión oficial.

Hasta la fecha se han contagiado alrededor de 136.000 trabajadores, pero la cifra podría ser mucho mayor. Recuerden que, en la primera ola, aquella que el Ministerio de Sanidad no supo ver hasta que estaba encima, no había test, ni batas, ni guantes, ni equipos de protección individual, ni suficientes mascarillas. Aquello fue una verdadera masacre. Pero no crean que el grueso de la cifra es imputable solo a aquel momento. Las vagas estadísticas oficiales contabilizan alrededor de 50.000 infecciones en marzo, abril y parte de mayo de 2020, los duros meses que dieron pie al confinamiento.

Después de aquello, se han contabilizado otras 85.000 más, con la Comunidad Valenciana muy por encima del resto de los territorios, con casi el doble de casos que Madrid. Ser pasto de los contagios para salvar vidas y soportar una carga asistencial especialmente sofocante sobre todo en la primera y la tercera ola, la de las pasadas navidades, no parece haber sido suficiente para obtener una más que merecida gratificación. Los salarios de los sanitarios siguen siendo raquíticos.

La atención primaria también se mantiene como la hermanita pobre de un sistema sanitario del que antes se apuntaba que era el mejor del mundo, y los hospitales están tiesos y sin refuerzos durante las vacaciones. La situación este verano empieza a ser especialmente grave porque las mermadas plantillas se enfrentan a un reforzado virus que causa estragos entre los jóvenes pese a las vacunaciones. El mejor reconocimiento a una labor abnegada durante toda la pandemia pasa por mejoras evidentes en las condiciones laborales, por mayores retribuciones y por más dotaciones, y no por conmovedores homenajes tan loables como etéreos y propagandísticos. El reconocimiento por parte del Gobierno de una cifra ridícula de muertes no es el punto ideal de partida. No, no son 120 los fallecidos, sino muchos más. Y muchas más deberían ser también las grandes cruces del orden del mérito civil que deberían repartirse. Con todo, lo importante no son los reconocimientos sino los hechos. Obras son amores y si el virus se recrudece el punto de partida será igual de malo que en marzo de 2020.

PREGUNTAS CON RESPUESTA

¿Qué auténtica guerra civil va a desatarse a final de año en una conocida corporación profesional?

¿Qué conocido directivo es el rey del absentismo? ¿Por qué?

¿Qué alto cargo del Ministerio que muestra una refinada educación con sus interlocutores tuvo problemas en el pasado por la severidad con la que trataba a sus subalternos?

¿Cuántos candidatos afines al PSOE han rechazado comandar la evaluación de la gestión de la pandemia?

Sergio Alonso

Autor Sergio Alonso

Fundador y director del suplemento A tu salud del diario LA RAZÓN

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