En tiempos, como el actual, en los que se nos anuncia una gran movilización enfermera para reivindicar, de una vez por todas, esos derechos y justas aspiraciones de una profesión cuya ciencia, conciencia y compromiso no necesitan de mayor insistencia. En unos tiempos, como el actual, en los que pretende crearse una nueva titulación —dicen “sociosanitaria”—, en el ámbito de la Formación Profesional, para eludir la contratación de enfermeras geriátricas, verdadera garantía de calidad asistencial en ese sector.

En un tiempo en el que se contratan y despiden enfermeras en días alternos para responder a necesidades puntuales, entre aplausos y palabras vacías que no concuerdan con el respeto debido a la dignidad de la profesión. En un tiempo en el que ni se discute en el Parlamento de la Nación regular las ratios enfermeros desoyendo una iniciativa legislativa popular que movilizó con su firma a cientos de miles de profesionales y no sucede nada porque —gracias a las enfermeras y a otros muchos profesionales— nunca pasa nada… En un tiempo en el que ser enfermero/a constituye casi una heroicidad después de la carga física, emocional y de todo género vivida en los dos últimos años, como consecuencia de la pandemia. En este tiempo, insisto, en el que la motivación intrínseca de la que hemos hablado en alguna ocasión anterior se erige prácticamente en la única razón solvente para mantenerse cada día a la cabecera de la cama del paciente.

En tiempos así, como este, no será suficiente dar un golpe encima de la mesa y decir ¡basta ya! Los enfermeros debemos, podemos y sabemos dar un paso más para ir al fondo de las cosas. Vivimos en el seno de una sociedad inmersa en la superficie, en el escaparate de las cosas y de los acontecimientos, en la epidermis, en la mera apariencia y la profesión enfermera requiere de una profundización seria en sus raíces, sus objetivos…, diríamos que, también como profesión, ha llegado la hora —por imperativo ético— de plantearse las preguntas radicales que formulaba Kant, uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna, ya en el siglo XVIII: quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos, qué nos cabe esperar.

No es algo fuera de lugar, aunque lo pareciera. Es una reflexión urgente que exige liderazgos capaces, no sólo de alentar este debate sereno y profundo, sino también de ejecutar las conclusiones del mismo con contundencia, ejemplaridad y capacidad de generar ilusión. Y no será este un trabajo en balde no. No lo será porque, a pesar de estos tiempos, de silencio y aparente “meseta reivindicativa” las enfermeras, cada enfermera, es portadora de ese espíritu que dicen está “del otro lado de la razón” gracias al cual la sanidad es mejor, las personas reciben cuidados y el mundo, qué duda cabe, progresa.

Realmente, dedicar atención a este tiempo, no es más ni tampoco menos que una cuestión de justicia.

Autor: Rafael Lletget

Tratamos de recuperar la esencia de la perspectiva humanista buscando su lugar en el ámbito de los cuidados enfermeros. El ser humano , más allá de eslóganes y frases oportunistas, constituye el centro de la praxis enfermera.

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