Sólo faltan tres semanas para que las enfermeras y enfermeros españoles, llegados de todos los puntos del país, puedan decir con una sola voz lo que dicen en sus servicios, con sus familias o lo que piensan cuando acaban un turno. Que puedan gritar o escribir en pancartas y carteles que no aguantan más, que los gobernantes de partidos distintos y de territorios distintos se han reído de la enfermería durante demasiados años.
En el ministerio, en las consejerías, a nivel local incluso, se ha permitido que las enfermeras encadenasen contratos efímeros y miserables, que las enfermeras no puedan acceder al grupo laboral que les corresponde, que sufran agresiones impunes, que no se desarrollen las especialidades, que se refuercen los techos de cristal… Todo y eso y mucho más llevará el 18-J a miles de enfermeras a tomar las calles de Madrid con el apoyo de la ciudadanía.
Es el momento de decir “Basta ya”, de expresar a los responsables de tanta injusticia nuestro malestar. Porque está en juego el presente y el futuro de la profesión sanitaria más numerosa, que las enfermeras estén al límite de sus fuerzas y al borde de la depresión, como reflejan todas las encuestas, tiene una consecuencia que hipoteca el futuro de España: la muerte de los cuidados es el fin de nuestro sistema sanitario, del llamado Estado del Bienestar.
Puede que los políticos, siempre cortoplacistas y con tendencia a agradar y quedar bien con todos, crean que con los homenajes y las buenas palabras se puede callar a 325.000 profesionales indignados. Es una auténtica desfachatez, y un fraude de ley, que más de quince años después las especialidades de enfermería estén en pañales. Se forma a especialistas con dinero público para luego no aprovechar su potencial en beneficio del sistema.
Son muchos los agravios y muchos los motivos para manifestarse. Y lo hacemos sin banderas, sin facciones y unidos. Todos somos enfermeros y enfermeras que reclamamos justicia para la profesión que lo ha dado todo durante la pandemia y desde mucho antes. Que lo sepan todos. Sin enfermeras, sin cuidados, nos aguarda un país sin futuro.











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