El futuro está en nuestras manos

La enfermería ha fijado su centro de gravedad y su razón de ser en el cuidado de las personas, de las familias y de la comunidad: cuidar al ser humano. Unas veces para ayudarle a recuperar su salud, otras para enseñarle a convivir con su enfermedad y otras para acompañarlos cuando la curación no es posible. Por supuesto siempre para evitar que enferme. Tal actividad, claramente beneficente, supone un permanente “habérselas con” el ser humano y, con extrema frecuencia, se sitúa ante un ser humano en situación de limitación y fragilidad. Ello conlleva una situación de asimetría que será preciso reconocer para evitar tanto el riesgo de paternalismo como el de manipulación.

Pero, lo que está fuera de toda duda es que el primer valor de quien asume esa  responsabilidad de cuidar a los demás es lo que podríamos denominar “talante de servicio”. Una ética capaz de inspirar una deontología del cuidar no puede ignorar hasta qué punto la actitud de servicio a la humanidad es el humus en que se desarrolla toda la praxis profesional. Y esto vale no solo para cada enfermera sino también para sus representantes, sus lideres y sus organizaciones sanitarias y/o profesionales.

Es más, me gusta recordar aquí con especial énfasis aquello de que “a mayor autoridad mayor servicio”. La cuestión, en un momento difícil como el que estamos atravesando, se plantea acerca de si ese talante de servicio tiene un límite. Si se puede mantener una incondicionalidad como la manifestada durante la pandemia en medio de una desatención total por parte de la administración, de una falta absoluta de reconocimiento de los derechos y reivindicaciones profesionales y laborales de las enfermeras o de un riesgo creciente de sufrir una agresión irreparable.

Me pregunto si se puede seguir dando todo a cambio de nada… Sea como fuere y huyendo de cualquier tentación victimista, es importante en extremo hablar de futuro. Y esto pasa inexorablemente por un análisis sereno y critico desde dentro y no tan solo —como desgraciadamente acostumbramos a hacer— desde la culpabilización de elementos externos eternamente responsables a la hora de poner de relieve nuestras propias contradicciones. Y este trabajo ha de llevarse a cabo con serenidad y asumiendo todos y todas sus conclusiones. Pensando, eso sí, solo en la profesión. Sin descalificaciones, sin reproches no siempre justos, sin posiciones sectarias, con espíritu democrático y trasparencia inequívocos.

Y, permítaseme decirlo así, con altura no solo de miras sino con un gran nivel intelectual. Esto último me parece una verdadera clave para liderar una profesión de tan elevado nivel como lo es la profesión enfermera. Y entre medias, si hay que salir a la calle, pues estar todos allí, para que cuando preguntemos al ministro o ministra de turno sobre qué va a pasar con el grupo A1…al menos se digne contestar a quienes se jugaron la vida en la pandemia.

Rafael Lletget

Autor Rafael Lletget

Tratamos de recuperar la esencia de la perspectiva humanista buscando su lugar en el ámbito de los cuidados enfermeros. El ser humano , más allá de eslóganes y frases oportunistas, constituye el centro de la praxis enfermera.

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