Hace dos años realizamos una gran encuesta a las enfermeras para conocer el impacto a nivel físico y psicológico que había supuesto la pandemia de COVID-19. En aquel momento los datos ya eran demoledores: cuadros de ansiedad, una sobrecarga de trabajo inasumible y algo nunca visto en una profesión tan vocacional como la nuestra: enfermeras y enfermeros sopesando abandonar la asistencia. Algo Terrible.
Ahora, tras repetir la experiencia, y después de que los responsables políticos dieran la impresión de haber aprendido algo de la pandemia, como valorar a los profesionales o estar dispuestos a tomar medidas de calado, nos encontramos con que nada ha cambiado, están aún peor.
El escenario al que se enfrenta la sanidad española es alarmante a presente y a futuro. Hace dos semanas presentábamos los datos de ratios de enfermeras y comprobábamos cómo estamos a la cola de Europa en este sentido. Hacen falta cerca de 125.000 enfermeras sólo para alcanzar la media de los 25, no digamos para igualarnos a otros países de nuestro entorno. Además, las cifras son muy dispares entre comunidades autónomas, lo que provoca una clara desigualdad en la atención que recibe el ciudadano en función de su lugar de residencia.
Nos encontramos con una situación y una tendencia tan grave como insostenible. Ver que el 60% de las enfermeras se plantea dejar la profesión es profundamente descorazonador y todo porque nuestra clase política y los que tienen que apostar por la profesión han decidido abandonarnos a nuestra suerte.
En definitiva, los datos que hemos desglosado de esta encuesta reflejan que las autoridades deben ponerse manos a la obra ya mismo para fortalecer el sistema. Hay que recuperar las ganas y la moral de las enfermeras y no será fácil porque revertir un escenario tan negro no es sencillo. Lo hemos dicho muchísimas veces, sin enfermeras no hay salud y sin salud no hay futuro. Está en sus manos, en la de los políticos, apostar de verdad por una profesión que siempre ha estado ahí y que cada vez está más al límite.
