Sobre el dolor humano (VI)

El dolor, en sus múltiples manifestaciones, se nos impone. El cuidado, por su parte, no es sino una opción, probablemente la más humana de todas. Si nuestra sociedad retomara, como tal valor, el cuidado recíproco de sus miembros y las emociones más profundas (incluido el drama que acompaña el dolor), alcanzaríamos unas cotas de humanidad que no solo harían de tal experiencia una conmoción soportable, sino que, tal vez, aportarían sentido a un mundo en el que la vivencia del dolor nos sume en una contradicción cuya única válvula de escape es la ignorancia consciente. Por ello, sin llegar a afirmar que sufrir tenga un sentido, tal acontecer se ve reconfortado desde la proximidad de un llanto compartido, de una sonrisa atenuada por la tristeza o, incluso, de una palabra que, como perla alada que brota de entre los dientes, expresa la seguridad en que todas las cosas, hasta las más negativas, adquieren una suave textura si te las puedo contar y, en ellas, te reconoces a ti mismo como espejo de mis propias contradicciones que no son sino encrucijadas comunes. Llamémosle, tal vez “contigüidad enfermera”.

Decía Khalil Gibrán: “os digo que la vida es realmente oscuridad, salvo allí donde hay entusiasmo. Y todo entusiasmo es ciego, salvo donde hay saber. Y todo saber es vano, salvo donde hay trabajo. Y todo trabajo está vacío, salvo donde hay amor. ¿Y qué es trabajar con amor? Es poner en todo lo que hagáis un soplo de vuestro espíritu”. Mientras seguimos buscando explicaciones al dolor y a tantas otras cosas. Mientras reflexionamos, escribimos o damos conferencias, no olvidemos tener, al menos, nuestro teléfono disponible por si alguien lo está pasando mal porque, en ese mismo momento, aun sin saberlo todos y cada uno de nosotros formamos parte del vértigo que solo es posible atenuar si somos capaces de —como el agricultor— cuidarnos, esto es, cultivarnos mutuamente.

Y llegados a este punto, yo diría que, para poder ejercer de cuidador profesional, y este término queda restringido por mi parte a la enfermera/o, no basta con disponer de un perfil digamos correcto, sino que debemos plantearnos un horizonte de excelencia. Y esto no es otra cosa que lo que las enfermeras/os venimos construyendo, con sus altibajos como no puede ser de otro modo, a lo largo de la historia. Desde la diaconisa Febo hasta cualquiera de los profesionales que hoy formamos parte de este noble quehacer, pasando por Juan Ciudad, Florence Nightingale y tantos otros que, desde el anonimato, han construido nuestra profesión. Todos nos cruzamos en esa senda de la excelencia profesional.

Y vistas, así las cosas, desde la hondura de nuestro trabajo como enfermeras no puedo sino afirmar que la profesión de enfermería o se encamina a la excelencia o simplemente, dejará de ser…, es solo cuestión de tiempo.

Rafael Lletget

Autor Rafael Lletget

Tratamos de recuperar la esencia de la perspectiva humanista buscando su lugar en el ámbito de los cuidados enfermeros. El ser humano , más allá de eslóganes y frases oportunistas, constituye el centro de la praxis enfermera.

Comments are closed.