Hacia un nuevo humanismo enfermero (I)

Decía García Márquez que “no es cierto que la gente deja de perseguir sus sueños porque envejecen, sino que envejecen porque dejan de perseguir sus sueños”. Por eso agradezco al Consejo General que, a pesar de mi todavía reciente jubilación, me haya brindado un nuevo espacio para compartir mis reflexiones con los lectores de nuestra revista. El “jubileo” de la jubilación no es menos cierto que exige un esfuerzo de adaptación a unas circunstancias nuevas en las que, lo primero que es necesario afrontar es la toma de conciencia de cuantas relaciones meramente utilitaristas conformaban tu día a día previos.

Un utilitarismo, no en el sentido de Bentham o Stuart Mill entendido como “el mayor bien para el mayor número” sino como lo que yo denominaría el “usismo” de las personas reducidas, no pocas veces, al mero papel de kleenex; personas “de un solo uso” o de “usar y tirar”. Se hace así más evidente que habitamos en un mundo en el que prevalece, en términos de Erich Fromm, el” tener” frente al “ser”. Un paradigma que también incide en la vida de las enfermeras y enfermeros que, esforzados siempre por ver al paciente como una persona, no reciben el mismo trato que se les exige dar. Este va a ser, precisamente el “humus” en el que trataré de centrarme en mis próximos artículos a la busca de lo que denominaría un “nuevo humanismo enfermero”. Intuyo que hemos de avanzar en la línea no de un “humanismo en cambio” sino de “un cambio de humanismo”. Y confío en poder explicarlo.

He aprendido, con mayor fuerza que nunca, en este año de retiro, ya casi obligado que, afortunadamente, nos queda siempre la familia y los amigos. Al fin y al cabo, ellos, en moderado número, no son otra cosa que “la familia que se escoge”.

Yo diría que, en nuestro ambiente cotidiano, lo más parecido a un amigo podría ser nuestro paciente —no porque nosotros lo elijamos— sino porque —en un horizonte de excelencia—, es un “Tú”, diría Martin Buber, que entra en relación interpersonal con un “Yo” que es la enfermera de tal modo que, de ese encuentro, surge una nueva realidad que es un “Nosotros”.

Se trata, por lo tanto, de dos seres humanos que, respetando su libertad y en el marco de una relación de ayuda profesionalizada y simétrica crecen juntos humanamente hablando, mediante el respeto, la capacidad de escucha, la empatía y el establecimiento de objetivos compartidos. Esta es la base, seguramente, de eso que denominamos principio de autonomía que va mucho más allá de la sola beneficencia.

Vivimos, en realidad, atrapados en ese “Nosotros”. De ahí brota todo lo bueno de nuestra profesión y, tal vez también, lo menos bueno…

Rafael Lletget

Autor Rafael Lletget

Tratamos de recuperar la esencia de la perspectiva humanista buscando su lugar en el ámbito de los cuidados enfermeros. El ser humano , más allá de eslóganes y frases oportunistas, constituye el centro de la praxis enfermera.

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