A medida que nos hemos convertido en sociedades en las que hemos puesto por encima de todo la independencia personal, a medida que nos vamos convirtiendo en sociedades avanzadas, capaces de satisfacer las necesidades individuales de independencia de padres con hijos, de hijos con padres y que estamos trasformando las estructuras sociales y cambiando la forma de comunicarnos, nos acechan nuevos retos de conjunto a los que tenemos que ser sensibles desde la profesión enfermera.

Fuera de contexto, porque todavía no estábamos tan desarrollados, nos parecía que el diagnóstico enfermero “riesgo de soledad” era algo lejano, impensable para utilizarlo en nuestro ámbito. Sin embargo, el envejecimiento de la población, la educación en la independencia personal y el proceso de tener cubiertas necesidades, eso que decimos de nuestros hijos y nietos, que lo tienen todo, lo que necesitan y lo que no necesitan, puede volverse contra nosotros en el futuro en forma de soledad o de aislamiento social.

Dice Zygmunt Bauman, sociólogo, filósofo y ensayista polaco que se ocupó de estudiar, entre otras cosas, la modernidad y la posmodernidad, que como individuos, lo que nadie nos va a proporcionar, ni siquiera las políticas del gobierno de turno, es la capacidad de estar entre otras personas, personas que pertenecen a un grupo: eso tienes que hacerlo tú. “La gente que ha sido educada en la independencia ha perdido la habilidad de la negociación, de la cohabitación con otras personas, porque ha perdido las habilidades de la socialización”. Ahí comienzan nuestros problemas, pues esto requiere esfuerzo y mucha atención para la negociación y la renegociación, destruir y volver a crear puede resultar agotador. Bauman apunta un nuevo problema: “Estamos dividiendo nuestras vidas en dos mundos distintos: conectar y desconectar, online, offline. La vida Fen gran medida está libre de riesgos, el riesgo está en la vida offline”. En Internet es muy fácil hacer amigos y si te molestan desconectas. En Internet no notas tu soledad. No ocurre lo mismo en la vida offline donde sí tienes que ver a la gente, establecer una conversación, dialogar, donde te das cuenta de la naturaleza humana, de la variedad de respuestas a los estímulos que otros generan o que tú mismo generas.

Como grupo profesional estamos cayendo en la división de nuestra realidad profesional en las vidas online y offline. Es más fácil, casi no nos reunimos, no tenemos espacios de relación como grupo, no asistimos a las posibles convocatorias profesionales y huimos de cualquier tipo de confrontación personal que, poco a poco estamos trasladando al territorio de la vida online. Nos quedamos solos como individuos y nos acecha la soledad como profesionales. Lo mismo que acecha la soledad a los pacientes, que empiezan a morir solos, quizás son esos abuelos que educaron y consiguieron para sus hijos la independencia, lo mismo que continuamos haciendo con nuestro hijos, a los que no sabíamos que les estábamos anulando la habilidad de la negociación de la cohabitación con otras personas, ya sean sus padres, sus abuelos o sus amigos y, quizás, sus propios compañeros.

Autor: Fidel Rodríguez Rodríguez

Expresidente del Colegio de Enfermería de Ávila y analista de la profesión con una crítica sincera, desde la vertiente sanitaria y universitaria

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