Hace casi un mes que asistí al congreso del Consejo Internacional de Enfermeras (CIE), que se celebra cada cuatro años y que este año se ubicó en Barcelona. Es difícil que en un congreso de estas características se pueda abarcar todo lo que en él se muestra y hay que seleccionar muy bien los temas a los que quieres asistir.

Algo que condiciona mucho esa selección es el idioma, y si hay traducción simultánea o no para los que, como decía Joaquín Leguina, somos estudiantes permanentes de inglés. En realidad yo, personalmente, busco el intercambio de conocimiento, escuchar por dónde camina la profesión en el ámbito internacional, para ver si la globalización, en el buen sentido de la palabra, está produciendo resultados esperanzadores para la ciencia enfermera y su práctica, o seguimos cada uno a lo nuestro.

He conseguido establecer relaciones cercanas, en nuestro propio entorno y en nuestro propio país. Es lo que me ha complacido especialmente y por lo único que al final ha merecido la pena asistir a este congreso CIE, que no es poco. Había planificado la asistencia a algunas de las mesas por su temática, temática que no siempre daba respuesta a lo anunciado por su clasificación y la organización, y a otras asistí porque en alguna de ellas intervenía algún conocido o conocida y queríamos apoyarlos con nuestra presencia. La sorpresa me la llevé en una de estas últimas a las que asistí tras conocer el trabajo que hacían tres personas, tres enfermeras, y la sorpresa fue mayúscula. De una mesa de siete ponencias, acertar en interés en tres de ellas es todo un pleno. Por cómo se expresaban, por las propuestas que hacían, por la pasión que trasmitían creo que estamos en el camino adecuado, creo que las enferme-ras de este país tienen algo que mostrar llamado cuidado enfermero, digno de imitar y distinto de la técnica médica o del, como yo lo veo, “revoloteo alrededor de la interacción con el médico”. Es asistencia sanitaria de primera, es cuidado holístico y resuelve problemas de las personas en los que si no estuvieran ellas trabajando nadie resolvería. Problemas de los que las personas saldrían con mayores o menores secuelas, pero a los que se tendrían que haber enfrentado solas.
Creo que en España hay enfermeras que pueden ser un claro referente para nosotros y quizás lo que les falte sea trabajarse la marca personal.

Se presentan muchas comunicaciones o pósteres a estos y otros congresos, que persiguen desde el punto de vista del organizador al aceptarlos que su congreso sea todo un éxito medido por el número de asistentes y para los que presentan las comunicaciones o los pósteres, que tienen mucho mérito ambas cosas, que les puntúen en la próxima bolsa de trabajo. Sin embargo me gustaría poder encontrar, entre tanto, más experiencias que poder aplicar en mi trabajo diario.

Autor: Fidel Rodríguez Rodríguez

Expresidente del Colegio de Enfermería de Ávila y analista de la profesión con una crítica sincera, desde la vertiente sanitaria y universitaria

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