Hacia un nuevo humanismo enfermero (Epílogo)

Decía Alfonso de Lamartine: “La electricidad es necesaria pero una sonrisa es más barata y da más luz”. Y yo me permito añadir: “Pero no olvidemos ni la una ni la otra”. Durante algunos años  escribí artículos mensuales en la Revista ENFERMERÍA FACULTATIVA que hoy generosamente me brinda nuevamente su espacio. En el último de ellos afirmaba: “En medio de la profunda crisis de salud pública —en referencia a los albores de la pandemia—, concluye mi contribución a este “rincón de reflexión ética”. He tratado de compartir algunas convicciones, es decir, algo más que ideas o creencias que diría José Ortega y Gasset.

Comienzo a obtener algunas conclusiones de todo esto. La primera es que, en muchos sectores influyentes de nuestra sociedad faltan ideas, se carece de creencias y hace mucho que desaparecieron
las convicciones. Todo eso —que eran valores— han sido sustituidos por otros intereses entre los cuales la ideología, en su más sectaria acepción, ha cobrado un valor preeminente. Ideología como escudo protector, como herramienta de trabajo, como justificación de la mentira, como causa de la más absoluta incompetencia y como virus, no menos letal, que el COVID-19. La palabra, el mensaje no es verdadero o falso en razón de su contenido, sino que depende de quién lo pronuncie o de las filias y fobias de su público.

Y así me despedía entonces con un solo consejo: el paciente, la persona, su dignidad, el respeto por los derechos humanos, la defensa de los más débiles y la crítica de cualquier vulneración de estos principios ha de formar parte radical de la naturaleza enfermera. Es más, constituyen la esencia sobre la que se asienta el concepto de “cuidado”. Mucho hablamos entonces de la vergüenza
que supuso sumir en el abandono a los que cuidan, exponerles a perder su salud, su vida y la de sus familiares, agredirles por vivir en sus comunidades de vecinos cuando retornaban de poner en riesgo su propia vida y, en algunos o muchos casos, mirar hacia otro lado.

Este es un fiel exponente del problema real que nos aqueja como sociedad y que no es solo el coronavirus sino la bajeza moral y hasta la indecencia. Frente a ello, miles de profesionales sanitarios. Ellos son, vosotros sois, el verdadero reservorio de humanidad —junto a otros muchos servidores del bien común— a quienes hemos de respetar y —yo diría— que obedecer. Todos los demás, al menos a mí, cada vez me interesan menos. Decía Douglas Mallock: “Si no puedes ser pino en la cima de la colina, sé hierba en el valle, pero sé la mejor hierba. Sé arbusto si no puedes ser árbol. Si no puedes ser camino real, sé atajo. Si no puedes ser el sol, sé estrella. No vencerás por el volumen, sino por ser el mejor, de lo que seas”. Y yo añado: “las enfermeras ya tenemos un buen trecho recorrido”.

Gracias a todos los que me habéis dedicado unos minutos de lectura. Seguiremos reflexionando juntos.

Rafael Lletget

Autor Rafael Lletget

Tratamos de recuperar la esencia de la perspectiva humanista buscando su lugar en el ámbito de los cuidados enfermeros. El ser humano , más allá de eslóganes y frases oportunistas, constituye el centro de la praxis enfermera.

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