Hacia un nuevo humanismo enfermero (III)

Nuestra vida profesional se nutre de dos fuentes: una motivación “intrínseca”, y su complemento, la motivación “extrínseca”. La primera de ellas es esa energía que nos impulsa a conseguir algo cuando el factor motivador está dentro de nosotros, es decir, lo que buscamos es un valor que radica en nuestro interior. Es, algo así como nuestras señas de identidad, lo propio -digámoslo sin rubor alguno- de la vocación enfermera. Se nos identifica y por lo tanto se nos reconoce socialmente por estos valores.

También se nos exige que los hagamos presentes de forma permanente, a riesgo de no ser buenos profesionales. Se asemeja al imperativo categórico de Kant, a tenor del cual deseamos obrar solo según aquel proceder que, al mismo tiempo, queremos se convierta en máxima universal. Esto tiene, a mi juicio, mucho que ver con la humanización de la asistencia sanitaria.

No está de más evocar aquí un hecho singularmente expresivo de todo ello. Durante la crisis económica que tuvo lugar en el año 2008 el gobierno decidió, entre otras acciones, reducir un 15 por ciento el salario de los funcionarios. Se llevó a cabo una encuesta entre las enfermeras españolas que contemplaba, junta a otras, la pregunta siguiente: ¿Está usted de acuerdo con la disminución de un 15% de su salario para contribuir a paliar la actual crisis económica?

El 95% de la muestra contestó afirmativamente, si con ello se podían mantener los niveles de calidad de nuestro Sistema Nacional de Salud, asumiendo así ese fuerte impacto negativo en su economía familiar. Ninguna otra profesión se pronunció de ese modo en aquel momento.

Y yo me pregunto: ¿no es esto humanismo en estado puro? No nos apresuremos tampoco en dar una respuesta.

¿Y colocarse unas bolsas de basura como “protección” para atender pacientes COVID es o no humanismo en estado puro?

¿Trabajar con la mitad de ratios que nuestros compañeros del resto de la Unión Europea y manteniendo, a pesar de ello, nuestros muy elevados niveles de calidad asistencial además de soportar que un proyecto de ley que intenta corregir este déficit de seguridad para todos duerma en el Congreso de los diputados, ¿es un sigo más de humanismo?

¿Y percibir, todavía en algunos sectores laborales, un salario mileurista es o no hacer gala de humanismo?

Después de tantos aplausos a las ocho de la tarde como símbolo de reconocimiento hacia nuestra labor, el hecho de que las distintas administraciones -con carácter general-, no hayan tenido ni un solo detalle con la profesión enfermera más allá de los consabidos tópicos de toda la vida y que sigamos dejándonos la piel en sucesivas olas pandémicas, ¿no es una expresión de un talante humanista sin precedentes?

¿No será preciso transitar en la senda de un nuevo humanismo enfermero?

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