Hace unos días se han otorgado los Premios Nobel 2015. Este año, el Nobel de Fisiología o Medicina lo han ganado tres científicos por sus estudios sobre infecciones causadas por parásitos, entre ellos la investigadora china Tu Youyou por descubrir nuevas terapias contra la malaria.
El Premio Nobel de Medicina de 1902, que fue para Ronald Ross, también tuvo como protagonista a la malaria. Ross, además de científico, también fue poeta y novelista –no sé si bueno o regular-, pero solo con ello ya se gana mi simpatía.
No son muchos los médicos que han dedicado parte de su tiempo a la ficción, pero entre ellos hay, incluso, algunos Premios Nobel: además de Ross (1902, Reino Unido), también fueron escritores de ficción Santiago Ramón y Cajal (1906, España) y Charles Robert Richet (1913, Francia). Cuentos de vacaciones de Ramón y Cajal es una lectura con un trasfondo filosófico interesante.
Uno de mis profesores de literatura, con el entusiasmo que le caracterizaba, enfatizó repetidamente la importancia de que aprendiéramos a reconocer en un texto literario los distintos elementos que lo conforman: “Es la clave vital,” nos decía, “sin saber esto no podéis llegar a ninguna parte, es imprescindible, la piedra angular,” hasta que, de repente, se quedó en silencio y empezó a girarse muy despacio hacia nosotros, un poco encogido “Entiéndanme,” nos dijo, “tan importante como puede llegar a ser la teoría de la literatura ante las cosas de verdad imprescindibles de la vida, mucha gente no se lo sabe y no pasa absolutamente nada”. Y así es.
Al conocer a Tu, pensé inmediatamente en Marie Curie: primera mujer que ganó un Premio Nobel; única mujer que lo ha ganado dos veces; única ganadora madre de otra ganadora, Irène Joliot-Curie, y la única persona que lo ha ganado en dos disciplinas diferentes. Marie Curie: su nombre será eterno, como eterna es la gratitud que le debemos por sus extraordinarios descubrimientos sobre los fenómenos de radiación, el radio y el polonio. Gracias a ella la radioterapia es posible.
Marie dedicó su vida a la ciencia, llegó a apartarse –más tarde junto a su marido Pierre- de la vida social. Era tímida, mostraba un carácter sobrio y distante a los desconocidos. El aura de inaccesibilidad que la envolvía provocaba la atención de muchos compañeros de facultad. Uno de ellos pasó por enormes sufrimientos al ser ignorado por Marie. Cuando alguien contó a Marie que era ella quien revolvía las pasiones del muchacho, no dedicó más tiempo a pensar en él que lo que tardó en decir: «A ese chico le falta el sentido de las prioridades.» Tal cual.
Son grandes lecciones: la de mi profesor de literatura sobre el orden de las importancias; la de Marie Curie sobre el sentido de las prioridades; la del cáncer sobre cómo diluir cuando es necesario los roles profesional-paciente hasta los elementos que de verdad conforman nuestra vida: las personas.
0 comentarios