La gran esperanza blanca en un ministerio en el que todo pinta negro

La llegada de Vicenç Martínez puede suponer un soplo de aire fresco para un Ministerio de Sanidad superado por las circunstancias e invadido por la incompetencia más absoluta en la gestión de la crisis del coronavirus. Aunque simpatizante del partido, como la mayoría de los altos cargos que rodean a Salvador Illa en esta inefable andadura que el catalán inició en enero, el nuevo director general de Ordenación Profesional cuenta con una experiencia y una solvencia más que acreditadas como clínico y gestor.

También goza de buen talante, lo que impedirá que se repitan desatinos como los que cometió su antecesor Rodrigo Gutiérrez, quien además de hacer gala de una proverbial mala leche, llegó a pensar que todo el mundo debía besar el suelo por el que él pasaba diciendo además “sí bwana”, con lo que consiguió poner en menos de nueve meses a toda la enfermería, los médicos y el resto del personal sanitario en contra no sólo de él, sino también del Ministerio y del Gobierno en pleno.

Jamás se vio tal rechazo unánime de la profesión sanitaria hacia un Ejecutivo, fuese del signo que fuese, en toda la democracia. Se presupone que a partir de ahora el coto de Martínez se convertirá en una isla de actuación razonable en medio del desacierto generalizado que infecta Sanidad, como ya lo es la Agencia Española del Medicamento. Al margen de los errores, que los ha habido, nadie podrá decir que María Jesús Lamas no se ha batido el cobre para intentar que España pudiera enfrentarse de la mejor manera posible a la pandemia que la atenaza. Lo dicen sus colaboradores más estrechos y lo confirma todo el sector sanitario. Con más gente como ella, el Ministerio hubiera sido otra cosa, y la gestión oficial de esta crisis no hubiera pinchado como lo ha hecho por todos los flancos. Si Lamas y Martínez son los buenos, ¿quiénes son los malos? Prácticamentente todos los demás altos cargos, empezando por Salvador Illa, siguiendo por Fernando Simón y continuando por Pilar Aparicio, Alfonso Jiménez Palacios y Patricia Lacruz.

Sus errores darían para escribir no un artículo, sino libros enteros, aunque pueden enumerarse algunos cometidos individual o colectivamente: desde actuar con retraso al principio de la primera y la segunda ola, hasta irse de vacaciones en plenos rebrotes, pasando por avalar actuaciones políticas sin criterios técnicos prefijados contra la Comunidad de Madrid, alterar las estadísticas para edulcorar el impacto real de la pandemia, el pago de sobreprecios injustificados por materiales y equipos de protección individual, o actuaciones de las que ya se hablará en materia de medicamentos. Estos hechos y los vaivenes con las mascarillas y con la exigencia de PCR negativa a los viajeros internacionales describen a un Ministerio en el que sólo dos directores generales pueden salvarle del hundimiento pleno.

PREGUNTAS CON RESPUESTA

¿En qué área del Ministerio de Sanidad no cuadra una cantidad de alrededor de 100 millones de euros?
¿Qué opinan los servicios jurídicos del Ministerio de la permanencia de Patricia Lacruz como directora general sin ser funcionaria? ¿Y la Secretaría General Técnica?
¿Qué problema relacionado con Lacruz ha llegado a Moncloa?
¿Qué alto cargo del Ministerio ha hecho ya más de una vez el amago de dimitir? ¿Por qué?
¿Qué alto cargo del Ministerio es adorado por sus colaboradores y qué alto cargo es odiado por los suyos?

Sergio Alonso

Autor Sergio Alonso

Fundador y director del suplemento A tu salud del diario LA RAZÓN

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