La izquierda fracasa en el acoso a Ayuso

La Comunidad de Madrid y, más concretamente, Isabel Díaz Ayuso, están siendo objeto de la campaña política de hostigamiento más sucia e inmunda que se se recuerda desde los tiempos del anestesista Luis Montes en el Severo Ochoa. La consigna de atacar a la presidenta regional corrió como la pólvora allá por marzo. El Ministerio de Sanidad y el Gobierno de Pedro Sánchez habían cometido su primer y, probablemente, más grave error de toda la pandemia al minusvalorar el impacto de la Covid-19, y reaccionar tarde y mal ante la embestida del virus, por lo que empezaban a ser señalados.

El resultado de su exasperante lentitud fue que España se situó pronto a la cabeza en contagios y muertes de todo el planeta. Había por ello que desviar el tiro y orquestar a toda prisa una campaña de acoso y derribo para situar a Madrid en el foco del problema, aunque no lo fuera. Cualquier cosa valía para embaucar a la adormecida opinión pública y dar carnaza a las alicaídas huestes. La cantinela de “ya se depurarán responsabilidades porque ahora toca arrimar el hombro” había dejado de ser efectiva.

La operación de desprestigio de Díaz Ayuso para salvar la cara de Sánchez, Salvador Illa y los presidentes socialistas debía hacerse a todos los niveles y ser muy intensa. Acarreaba culpar a la capital de la pésima situación de España, cacarear el mantra de la privatización por medio de la artillería mediática y echar toda la leña posible al fuego para que la presidenta regional ardiera en una pira. Fruto de ello fue una sucesión de ataques sin precedentes desde todos los flancos, unos más toscos que otros. Algunos fueron protagonizados por francotiradores teledirigidos como Rafael Simancas, Fernando Simón, José Manuel Franco y el propio Salvador Illa, y otros los ejercieron voluntarios autoconvencidos, como Mónica García, de Mas Madrid, a la que parece importarle más que los enfermos duerman en el Isabel Zendal a que lo hagan en las tiendas de campaña voladizas de Ximo Puig. Había que castigar a Madrid, retrasar todo lo posible su salto de fase, catalogarla de “bomba vírica”, dilatar al máximo los test de antígenos, decretar una estado de alarma “ad hoc” y hasta convertir Barajas en un coladero de infectados. Los esforzados dinamizadores de esta causa no contaron con que la presidenta de Madrid saliera ilesa e, incluso, reforzada. No era muy difícil, teniendo a Illa como gran rival.

Había también que satanizar el hospital de pandemias, su gran joya de la corona, como antes se había hecho con Ifema. La despreciable política del todo vale ha incluido pseudo denuncias sanitarias, bulos y hasta sabotajes. Los ataques se han desmoronado, sin embargo, uno a uno, como un castillo de naipes mientras se hacen más visibles las secuelas de la gestión del Gobierno en forma de contagios, muertes y ruina económica.

PREGUNTAS CON RESPUESTA

¿Qué alto cargo del Ministerio de Sanidad está deseando abandonar este departamento porque está “quemado”?

¿Qué directivo de la Sanidad madrileña ha recibido la orden de mantener un perfil plano? ¿Por qué?

¿Qué compañía farmacéutica planea importantes cambios en su estrategia de comunicación al quedar fuera de juego durante la pandemia?

¿Qué dirigente sanitario de la izquierda madrileña tiene fama en su hospital de trabajar más bien poco?

Sergio Alonso

Autor Sergio Alonso

Fundador y director del suplemento A tu salud del diario LA RAZÓN

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