Hacia un nuevo humanismo enfermero (VI)

En la senda de un nuevo humanismo enfermero deberemos ser conscientes de que no se puede estar indefinidamente exigiendo de unas personas, por muy profesionales que sean, por mucho que le urja a ello su respectivo Código Deontológico, un modo ejemplar de hacer las cosas si no se les concede un trato digno a todas y cada una de ellas. Eso tendrá un tiempo limitado. De ahí el abandono creciente, la emigración de profesionales, el desencanto y la “heroicidad” de una profesión como la nuestra.

Esa vertiente esencial que configura nuestro ser profesional: el profesionalismo, la abnegación, la capacidad de escucha, la empatía, la centralidad del paciente no puede seguir siendo la excusa para no avanzar, para no ser respetados, para no ser oídos, para no estar representados allá donde se toman las decisiones, para que no sea reconocido nuestro nivel profesional y salarial.

Para lograr esas metas nuestra profesión requiere de un comportamiento ético en el que cada enfermera será cada día mejor si se reconoce, al menos, tan digna como aquel cuya dignidad respeta y acrecienta: su paciente. Como decía el malogrado teólogo jesuita Ignacio Ellacuría, “debemos hacernos cargo de la realidad para cargar con ella, pero también para encargarnos de ella”. Y creo firmemente que ese tren, que debimos coger hace ya tiempo, está pasando de nuevo ante nosotros y, tal vez, por última vez.

Humanismo hoy consiste, en mi humilde opinión, en dejar de lado el conformismo, la pasividad, la mentira o las medias verdades, la ausencia de participación activa en los foros e instituciones enfermeras, para alcanzar una excelencia que pasa —por qué no decirlo así— por la rebeldía, por la capacidad de crítica constructiva y no tan solo por eso que hoy está tan de moda y llamamos “resiliencia”. El cuidado es un concepto moral que compromete a las enfermeras con la vulnerabilidad. Esto es humanismo y humanización. Y hablar de ética y humanismo, como estamos haciendo aquí, es también hablar de la necesidad de tomar conciencia de lo que somos y de lo que queremos ser en términos de reconocimiento, no solo del paciente, sino también de las enfermeras como personas, humana y científicamente cualificadas. Y luchar por ello todos a una y no todos contra todos. Empatía, relación de ayuda, capacidad de escucha, cercanía, afecto sí.

Reconocimiento, respeto, justicia salarial, conciliación, desarrollo académico y profesional, presencia en la toma de decisiones…, acceso a las responsabilidades que ya son de nuestra competencia como graduados, especialistas, máster o doctores y doctoras, (por cierto, de los de verdad), también.

Este es, a mi entender, el nuevo humanismo y la clave de una auténtica excelencia para nuestro siglo. Un siglo que, por cierto, ya es mucho más de las generaciones jóvenes que de aquellos que, como yo, intentamos, cuando nos tocó hacerlo, cambiar las cosas.

Rafael Lletget

Autor Rafael Lletget

Tratamos de recuperar la esencia de la perspectiva humanista buscando su lugar en el ámbito de los cuidados enfermeros. El ser humano , más allá de eslóganes y frases oportunistas, constituye el centro de la praxis enfermera.

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