Los resultados electorales del 23-J auguran una época aciaga para la Sanidad, que se caracterizará por el bloqueo permanente y la ausencia de reformas de calado. No se trata de una apreciación ideológica ni de expresión de inquina personal alguna hacia la izquierda, que a la postre es la que ha salido mejor parada de las urnas por mor de la soberanía popular. Se trata de hechos ciertos refrendados por la experiencia del pasado. La parálisis de la política sanitaria responderá a razones endógenas y exógenas.
Las primeras se derivan de la propia naturaleza de las formaciones políticas que sellarían acuerdos con un Gobierno autodenominado “progresista” formado por el PSOE y los comunistas de Sumar. En este grupo heterogéneo, son mayoría, por ejemplo, las formaciones que defienden propinar un rejonazo a la Sanidad privada, cercenarle toda vía de expansión y librarse incluso de ella dentro del entramado de la Sanidad pública. Aunque son mayoría los que así piensan dentro de esa gran coalición “Frankenstein”, algunos incluso socialistas, una pequeña parte no menos importante se opondría radicalmente a ello por la peculiar idiosincrasia sanitaria de los territorios a los que representan. Se trata, básicamente, de los nacionalistas catalanes y vascos, defensores siempre de modelos de conciertos y de colaboración público-privada para prestar la asistencia a los ciudadanos. Sucedió ya con la ley de equidad y se repetirá ahora si Sánchez finalmente logra caminar sobre el alambre y perdurar una nueva legislatura en el poder.
Este razonamiento tiene traslación también en política farmacéutica, con socios de Gobierno a favor y en contra de la industria y del papel de las oficinas de farmacia. Es previsible que se impongan los primeros sobre los segundos, con lo que todo seguirá como hasta ahora. Una razón exógena de peso para el bloqueo es la mayoría popular en las comunidades tras los resultados de las últimas autonómicas.
Desde este punto de vista, la famosa cogobernanza a la que tanto apeló el PSOE durante los pasados cuatro años se le va a volver ahora en contra como un bumerán porque la mayor parte de los feudos, salvo los nacionalistas, Castilla-La Mancha y Asturias, se le van a revolver en contra. Es previsible por tanto que cualquier iniciativa emanada de un Ministerio socialista como el de Sanidad sea luego repudiada en todos los órganos políticos del Consejo Interterritorial de Salud, el máximo órgano de coordinación sanitaria del conjunto del Estado.
¿Se atrevería Sanidad a imponer medidas tendentes a aumentar el gasto a un conjunto de territorios mayoritariamente regidos por el PP, sin incluir una contrapartida económica suficiente? ¿Seguirá el Gobierno hablando de la importancia de la cogobernanza cuando las regiones a las que supuestamente va dirigida tienen un sesgo ideológico totalmente distinto? No parece probable.
PREGUNTAS CON RESPUESTA
¿Qué consejero/a del PP cuenta con el máximo respeto de Génova por su excelente cualificación y su capacidad de generar consensos?
¿Qué organización a la que pertenecen algunos importantes sanitarios de la órbita del PP es conocida como “la secta”? ¿Por qué?
¿Qué mano mueve los hilos de una conocida organización sindical?
¿Qué laboratorio sondea de forma discreta a posibles dircoms para sustituir a la persona que ostenta ese cargo en la actualidad?
Autor Sergio Alonso
Fundador y director del suplemento A tu salud del diario LA RAZÓN