Basta ya de discriminación laboral

El pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, centenares de enfermeras se echaron a las calles para denunciar en voz alta la discriminación que sufren. La suya no fue una protesta política. Ni exclusivamente feminista. A diferencia de otros colectivos, el trato discriminatorio que oprime a este colectivo profesional desde tiempos inmemoriales no es de naturaleza exclusivamente sexual, sino que puede catalogarse de holística, al extenderse por razones diversas a todos los ámbitos de su actividad, y resulta además discriminatorio con respecto a otras categorías laborales que no lo padecen de igual forma ni con la misma intensidad al estar, por lo que se ve, mejor conectadas con los poderes fácticos que mueven los hilos de la Sanidad.

Lo describió muy bien el sindicato Satse y lo han venido denunciando también hasta la saciedad la totalidad de los colegios profesionales, con el Consejo General a la cabeza. Pese a ser la gran fuerza laboral del sistema público, el motor del funcionamiento actual de los centros sanitarios, y el porvenir para los cuidados especializados de una sociedad cada vez más envejecida y con las enfermedades cada vez más cronificadas, las enfermeras no reciben ni el respeto ni el reconocimiento que merecen por parte de sus superiores jerárquicos en los servicios de salud, y sufren en sus carnes posiblemente como ninguna otra profesión sanitaria la temporalidad, la sobrecarga laboral, los bajos salarios y la temporalidad. Además de revestir una dimensión global y resultar especialmente intensa, la discriminación que padecen las enfermeras se extiende a todos los ámbitos de la Sanidad y se ramifica de forma uniforme por la geografía española, sin distinción de servicio o unidad asistencial, hospital o autonomía.

La pandemia de Covid-19 mostró en toda su crudeza el problema, golpeando a este colectivo con especial saña, pero lejos de menguar, ha ido a más después de esta grave crisis de salud pública, de forma acompasada al progresivo deterioro del sistema. Ya no son solo las listas de espera, las nulas mejoras retributivas, la raquítica dimensión de la mayoría de las plantillas, ni las condiciones de trabajo. El techo de cristal está ahí y la preponderancia de otras profesiones que perpetúan las consejerías impide asimismo el acceso de la enfermería a los puestos directivos al ritmo que merece. Por si fuera poco, su formación, cualificación y experiencia profesional siguen sin reconocerse. ¿Por qué permanecen todavía encasilladas en el subgrupo 2, una clasificación profesional que no está acorde con la ordenación vigente de los títulos universitarios y el desarrollo competencial experimentado por la profesión en los últimos años? Para más inri, este subgrupo es inferior al de otras titulaciones del mismo nivel, lo que cercena el crecimiento y agranda la brecha de género laboral y salarial. Una discriminación, en definitiva, a la que ninguna autoridad pone remedio.

Basta ya.

Preguntas con respuesta

  • ¿Qué servicio concreto del Hospital La Paz atrae especialmente como pacientes a varios ministros del Gobierno? ¿Por qué?
  • ¿Qué organismo público sanitario presume de políticas de igualdad pero en realidad mantiene a hombres al frente del 75% de los grupos de investigación que ha creado en los últimos años?
  • ¿Qué alto cargo del Ministerio de Sanidad asegura a sus íntimos que está viviendo una pesadilla y que se iría si encontrara un acomodo acorde a su cualificación?
  • ¿Qué mujer con gran empuje en la industria farmacéutica ha sido tentada para cambiar de trabajo por al menos otras dos compañías?
Sergio Alonso

Autor Sergio Alonso

Fundador y director del suplemento A tu salud del diario LA RAZÓN

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